Dos meses después, con el mal agrandado, sucedió lo razonable, lógico y necesario: la salida de Diego Corredor; y Once Caldas a partir de la fecha vuelve e inicia una etapa distinta, la octava en 10 años desde que Jaime Pineda asumió la propiedad del equipo.
Esa decisión, que debió tomarse después del partido contra Santa fe que causó la eliminación más1 reciente (30-10-22), se presentó agotados los términos, con la credibilidad del técnico por el piso, en el puesto 17 de la Liga, con un rendimiento del 16%, y acosado por el descenso.
Paupérrimo balance, consecuencia de la pasividad directiva y la terquedad de un entrenador sin autocrítica, ni carácter, aferrado al cargo por dinero, y con carencia de un proyecto deportivo serio y ambicioso, ganándose el menosprecio de la hinchada.
Según Corredor, para terminar de embarrarla con sus declaraciones –siempre lo hizo por ingenuidad, soberbia, o dificultades de comunicación– el problema es de “unos pocos que vienen a gritar, y en qué condiciones”. ¿Unos pocos? Tengo cientos de amigos, con los cinco sentidos en orden, que silbaron su trabajo y reclamaron reiteradamente su renuncia.
También manifestó que era únicamente el sentimiento de la barra, y que aquí hay gente que valora y reconoce su labor (?), admitiendo –lo hizo en varias ocasiones en la rueda de prensa– que los resultados son los que mandan en el fútbol. ¿Entonces? ¡dos puntos de 12 y siete fechas sin ganar por campeonato!
Fatal período, con tres torneos cortos eliminado bajo el mandato del boyacense; un hombre confundido, que dilapidó el crédito alto con el que llegó, que nunca puso su impronta, ni se vio lo que predicó, fallando en la orientación del grupo por xenofobia, preferencias y rechazos, y que definitivamente salió por la puerta de atrás.
Otro capítulo que termina en fracaso, como los recientes, de Lara, Bodhert, Maturana, Lisi, Flavio, a pesar del soporte económico y el orden administrativo que tiene el club, que, si no fuera una empresa deportiva, habría que valorar y destacar por su seguridad financiera.
La deuda la tienen con el objeto social, la razón de ser de un equipo de fútbol: trofeos y títulos; con el riesgo que implica la pérdida de categoría, que se subsana con buenas campañas, y para el efecto deben acertar en la escogencia del próximo orientador.
Cambiar el discurso no tiene sentido; hay nómina y ese es el consenso. Se requiere de quien la aproveche de manera correcta. No se puede tirar por la borda el esfuerzo en un año en el que particularmente los refuerzos son atractivos, y el plantel se observa bueno y competitivo.
Hay tiempo, y si bien debieron obrar antes, aun se puede, con borrón y cuenta nueva, forzando el paso para satisfacer las esperanzas de esos casi 20 mil hinchas que están asistiendo al Palogrande, e invitando a la integración de las ‘fuerzas vivas’ en torno a la institución (así se decía en los años noventa, y se lograba).
Es clave salvar el Once Caldas, con el objetivo puesto en la clasificación, porque, de hecho, al sumar se aleja de esos lugares de horror, haciendo honor a esa nómina que, aún veterana, si se explotan sus capacidades, tiene cómo responder a la expectativa de los seguidores.
Cualquiera sea el técnico; joven, viejo, experimentado, lo importante es que acepte salir adelante con este grupo que tiene posiciones cubiertas por partida doble, con una sana disputa por la titularidad, entregando el máximo de su nivel y, eso sí, con un patrón de juego, que claramente conduzca al éxito.
De momento, suerte para Elkin Soto, ídolo de la casa, y para Fernando Dortti.
Hasta la próxima...