Cuando uno cree que lo ha visto todo en una campaña lánguida como la de Once Caldas, no para de sorprenderse al encontrar ante Junior un equipo que jugó el segundo tiempo a cuidar un 1-0 en contra, válido en series de eliminación directa, o en otras circunstancias.
Fue lo que apreciamos en el Metro, después del más desastroso primer período en partidos de liga hasta lo que va, y es mucho decir porque no es un campeonato, ni dos, son nueve de fracasos continuos, en un lustro de humillaciones para la hinchada blanca.
Desde la nómina inicialista, entendible lo del doble volante de marca, pero Montaño no da; y por más que Sarmiento justifique como obvia la inclusión de Correa al minuto 32 para montar defensa de cinco, la sensación fue de miedo, y de que fue sin pretensiones.
Una cosa es respetar el rival, otra, mostrarle temor, y ahí están las evidencias. Luego puso los juveniles, y dan pena, faltos de técnica, no se tocan, ni suponen revulsivo, y necesitan, urgente, quien les infunda carácter, amor propio, y cariño por la camiseta.
Sergio Palacios subió al área rival, y en un rebote casi se descalabra cuando era sencillo pegarle al balón. Delicados gestos de fundamentación que obligan a revisar el proceso, dentro de los tantos asuntos por replantear en este oscuro túnel por el que se transita.
Un tiro al arco –Luis Pérez al 62– suave a las manos del portero Mele, lo único en ataque.
El resto fue para Junior que creó 16 opciones, 12 negadas por Eder Chaux –inmenso– por lo que el resultado fue mentiroso, pues solo hubo un equipo en cancha, que debió golear.
El semestre pasado a estas alturas, Once Caldas buscaba no terminar colero, pues llegó a la fecha 20 ocupando el puesto 20, del que salió merced al triunfo sobre Santa Fe, avanzando a la casilla 17, cerrando con 20 unidades. Esta vez limitó su tarea a no descender, y números y fútbol son una vergüenza.
Cada vez peor, ocho fechas sin ganar, rendimiento paupérrimo del 33% en el año (38 puntos de 114) sin explicaciones, ni arrepentimientos, y preservando la categoría por las carencias de los demás, no por virtudes propias. Gracias Huila, por poner a Corredor de DT, y al Unión, que no compite.
Si no suma frente a América este jueves en Manizales, ni en Bogotá contra los albirrojos –factible con el horroroso nivel de juego que exhibe– borrará para el promedio 2024 un torneo de 17, y lo sustituirá por este de 18, o sea que las penurias continuarán, y el drama de la B se prolongará.
Infortunadamente no hay con qué, plantilla reducida, escasa en calidad, desde el banco no se perfeccionó esa idea que insinuó en pasajes del comienzo de temporada, diluyéndose por la mediocridad reinante, y el final será otro capítulo más de triste historia.
Al momento de escribir estas líneas –10:41 de la mañana, lunes octubre 23– recibo el comunicado oficial de Once Caldas dando cuenta del cambio de técnico, anunciando la salida de Pedro Sarmiento, y el nombramiento de Hernán Darío Herrera en su remplazo.
A la vez informan que dan por terminado de inmediato el vinculado laboral con Gerardo Ortiz, Fáiner Torijano, Andrés Felipe Correa, Marlon Piedrahita, Luis Miranda y Sherman Cárdenas, y dejan entrever que habrá nuevas decisiones con relación al grupo.
Medidas que se esperaban en noviembre al concluir la liga, anticipadas, que seguramente causarán roncha, aunque enmarcadas dentro de la lógica de los resultados, y del producido. Muchos cuestionaran lo de Herrera, al atribuirle también responsabilidad de lo sucedido, pero ante las pocas alternativas confiables en el medio, lo veo interesante.
Entre otras porque pienso que el problema de Once Caldas supera el cuerpo técnico, es el manejo directivo, y si esto no conduce a un revolcón pleno con refuerzos de categoría, y un proyecto serio, seguirán pasando nombres, y la institución hundiéndose en el fango.
Hasta la próxima...