Casi 20 días de emoción pura. ¡Gracias Selección! lo dieron todo. Nos hicieron gozar, el juego es así, no hay reproches. El momento, los jugadores y el trabajo nos pusieron a la par de los campeones del mundo. Que duele, hasta lo más profundo ¡la tuvimos cerca!
Perdimos la Copa América frente a los reyes en Qatar, contra los titulares vigentes del certamen, ante el mejor en el duelo de continentes que obtuvieron sobre Italia, y contra el proceso más exitoso del fútbol de ese país liderado por Lionel Scaloni, la mega estrella Lionel Messi y una pléyade deportistas maravillosos.
Colombia tuvo pasajes en los que se vio superior. Caímos ante un combinado del que se habla más de lo que se le reconoce: cuatro títulos seguidos no son regalados. Un descuido, y nos costó la gloria. Eso tienen ellos, individualidades capaces de resolver en un instante.
Lo nuestro fue interesante con otra generación maravillosa que nos invita a seguir soñando. Se repitió la historia de 1994, mundial de USA, cuando las pelucas del Pibe, las zancadas de Asprilla o el temperamento de Leonel: fuimos una sola bandera. Hasta con situaciones similares: 27 fechas acumuladas sin perder en los amistosos de entonces, por 28 de ahora.
El fútbol hoy día es una religión, la selección más. Es el mayor símbolo patrio. La lloramos, gozamos con sus éxitos y orgullosos portamos la camiseta. Y ni se diga el himno nacional, se entona a pulmón abierto, todos lo cantan y esa sensación de patriotismo se traslada a la tribuna. Es un espectáculo asombroso.
Dio gusto, en el actual estado de polarización política, como nos tomamos de la mano y recorrimos calles, avenidas, veredas y playas llenando los sitios públicos en donde se instalaron pantallas gigantes y concurriendo a lugares particulares de congregación masiva.
Los problemas de ingreso al estadio prolongaron la angustia. Una hora 25 minutos después se inició el juego. Los nervios de punta, los ojos pegados al televisor. En el complemento, y en el suplementario los nuestros se vieron cansados. Pagaron tributo al esfuerzo de la clasificación ante Uruguay.
Terminamos en cancha sin James, Díaz, Arias, Ríos y Lerma (fundamentales) y con Vargas salvándonos en dos ocasiones, hasta que en una recuperación argentina habilitaron a Lautaro, bien posicionado por delante de Cuesta, y remató fuerte a la salida del portero.
Dolor nacional, una puñalada al corazón. Se nos quemó el pan en las puertas del horno.
Acertó la federación, tan cuestionada por las actuaciones irregulares de sus directivos con la designación de Néstor Lorenzo, asistente de Pékerman, y volante mundialista subcampeón con Argentina en Italia-90. Mesurado, respetuoso, conocedor, de gran lectura del juego.
Individualmente, buena calificación para el plantel: Vargas, a sus 34, responde cuando se le exige, Muñoz ¡jugadorazo! se dejó vencer por su temperamento, Davinson inmenso, Cuesta, menos que Lucumí, Mojica otro monstruo. Lerma, una fiera, Ríos extraordinario, Arias muy táctico, a Díaz le faltó brillo, Córdoba se ganó el puesto lejos, y James es James, el más valioso de la Copa, el de la zurda mágica, el mejor 10 de Colombia en su historia, y quizá el futbolista más brillante de nuestro país en todos los tiempos.
P.D.: De regreso a la realidad después de estas impactantes semanas gracias a la selección, Once Caldas debutó anoche contra Chicó con la base del primer campeonato en el que logró clasificación a los cuadrangulares. Nada cambia, las políticas dirigenciales son las mismas, la palabra la tendrá Hernán Darío Herrera con su trabajo y el acierto en sus decisiones. Ojalá ayude a pasar este trago amargo de la Copa América.
Hasta la próxima...