Cuatro años, siete campeonatos cortos - tres con Corredor - sin que Once Caldas, flamante campeón de la Copa Libertadores 2004, con cuatro títulos nacionales, integrante del panel de clubes grandes de Colombia, y con una hinchada maravillosa, juegue la semifinal de la Liga.
La nueva eliminación arrasó con todo; taquillas garantizadas en tres partidos clave, cupo para torneo Conmebol el próximo año, la añorada recuperación de ese prestigio venido a menos por malas decisiones, y las ilusiones de un pueblo que otrora se acostumbró a ganar.
Del equipo de la década - como se le calificó a comienzos de siglo - no queda nada, la gloria se esfumó, al Once Caldas lo redujeron, lo arman para participar, no para competir, con la complicidad de técnicos que engatusan con palabras y teorías incapaces de poner en práctica.
Sucedió con Diego Corredor, el del fútbol de otra generación - el domingo insistió en que es joven, como si dirigir fuera asunto de edad - y cuyo modelo se le quedó en el libreto porque en el campo nunca se vio, sumando su tercera exclusión seguida, y sin alas para continuar.
Con liderazgo discutido, y extraña administración del recurso humano, fue selectivo con el plantel, borró jugadores, apartó a los extranjeros - Barbaro, Méndez, Gallardo y Ortiz - y abortó el proyecto Sub-20 bien encaminado, sin oportunidades para Nicolás Rodríguez, Léider Morán, John Deivy Araujo o Juan David Betancur, los más adelantados.
Un entrenador que confía su arsenal en un 9 - Diego Valdés - que no hace goles, pega, corretea y ni al arco tira, deja mucho que desear, o que vaya en contravía de lo que el público en general le pedía –un generador de juego– o que solo plantee módulos defensivos, no es el ideal para una plaza como Manizales, y menos para una institución como Once Caldas.
Además, con declaraciones de una ingenuidad absoluta. Tras la derrota con Santa fe valoró el punto con Alianza porque le permitió llegar con vida a la jornada 20, o sea, no se dio cuenta de que ganando ese compromiso se hubiera clasificado una fecha antes.
Se le oyó decir constantemente: "Esto es fútbol, trataremos, me voy satisfecho –luego de un empate en casa– estoy viendo lo que trabajo", frases que incluyó en su catálogo, alimentadas por disculpas como la cancha, el escaso tiempo para las prácticas, los desplazamientos, o el software que advierte sobre futuras lesiones.
El no reconocer errores, teniendo siempre una excusa, y la falta de identidad, terminan por condenar a Corredor, primer responsable del estruendoso fracaso de Once Caldas, porque aquí no hay proceso, como equivocadamente quiso advertir, y su labor fue discreta, más allá de los 30 puntos, algunos de ellos producto de la buena suerte.
Una pena, desvirtuó lo que dibujó en un principio como estratega estudioso y conocedor, y su paso por acá quedará en el olvido, sin dejar huella, perdiendo una linda opción en su carrera, y porque si no lo asume, debe ser el presidente quien corte su vinculación.
De mantenerlo ¿qué perspectivas habría? no acertó en dispositivo táctico, ni en manejo de grupo, ni en consecución de refuerzos, ni en el logro de objetivos, dando muestras de no ser la persona que se necesita, y requiriendo Once Caldas de un guía que acomode sus planes al sentir popular, y no al capricho del personaje de turno.
Nueva lección para Tulio Mario Castrillón, calenturiento, quien al primer hervor extiende contratos, y otra frustración más para su gestión pobre en guarismos, enfrentada con su entorno, y ese mandato dictatorial que pone a Once Caldas lejos del sentimiento de su gente.
Hasta la próxima...