Soberbio y conmovedor, aunque un tanto largo, con impuntual inicio, el acto de lanzamiento del Once Caldas para la temporada 2023 presenciado por cerca de siete mil aficionados blancos que atiborraron la tribuna occidental del estadio Palogrande.
Buen termómetro, a través de aplausos, silbidos, o silencios, para establecer el grado de aceptación frente a una nómina que incluyó nueve refuerzos según el club, manteniendo la política de modificar en más del 80% el plantel para cada campeonato.
Lo mejor, la hinchada. Con bombos, platillos, y un entusiasmo contagiante, vibró, alentando con gritos y cánticos la fría noche manizaleña, haciendo erizar la piel, y recordándoles a los jugadores que están en un campeón de América, y que la historia se respeta.
Apoteósico lo de Dayro Moreno, el último gran ídolo, el único que queda del glorioso mejor equipo de la década, como fue conocido Once Caldas a comienzos de siglo. Se llevó todos los honores, y como se esperaba, en torno a él giró la jornada, y la supo aprovechar.
Salió al campo en medio de un ruido ensordecedor, bailó, saltó, besó el escudo, entonó los himnos de holocausto, y desató locura colectiva, confundiéndose con los seguidores en ese ¡Del Once soooooy yo! que es como una religión, propia de los de casa, y que se les acepta solo a figuras emblemáticas.
Dayro es el Once, así lo interpreta el público que le perdona sus deslices, y le reconoce su combatividad, sus goles, y su amor por la camiseta. Es un caso especial, sin duda, y ya en el repúsculo de su carrera vuelve como héroe, causante de la exitosa demanda de abonos.
El aplausómetro favoreció también a los porteros Gerardo Ortiz y Eder Chaux, a los centrales Fainer Torijano y Andrés Felipe Correa, al lateral Alejandro Artunduaga, al volante Sherman Cárdenas, y a los delanteros John Fredy Pajoy y David Lemos.
Frío el recibimiento a Leonardo Pico, Guillermo Celis y Marlon Piedrahíta, y los demás dentro de lo normal, sin que hubiese rechazos particulares, lo que creo, demuestra el grado de satisfacción con el grupo, y la ilusión que despierta este Once Caldas versión 2023.
La nota discordante, el técnico Diego Corredor. Ni siquiera pudieron presentarlo en solitario, entró acompañado de sus colaboradores, que lo rodearon y lo protegieron, sin lograr salvarlo del abucheo general, y el ¡fuera, fuera! que se sintió pleno desde las gradas.
Era previsible, su confianza está minada, no goza de credibilidad, lo hecho durante tres ligas cortas fue insuficiente en desarrollo de proyecto, fortalecimiento deportivo, y resultados, y está sin aval, sostenido por una vinculación contractual extendida en el tiempo.
Cada quien es dueño de sus miedos, y de sus decisiones, pero que triste quedarse uno en un sitio donde nadie lo quiere, solo por plata, y renunciado a sus principios, pues tendrá que aplicar ideas ajenas, como la del volante creativo que siempre desdeñó.
Como me escribió un lector, Leonardo Cano: "Corredor va a terminar jugando al estilo anticuado, con un 10 como nos gusta a los viejos ¡qué ironía!" O que desfachatez diría yo.
Mucha personalidad, señalarán algunos, otros cuestionarán su amor propio, lo cierto es que empaña un albor de campaña que despierta sensaciones positivas, sin margen de error, y con unos compromisos monumentales, casi que imposibles de consumar.
Por ningún lado se vio al presidente de la institución, Tulio Castrillón, a quien mencionaron en una ocasión, y hubo pitos, admitiendo que esta vez los dueños se esforzaron, mejoraron el contenido, cumplieron, y pusieron la responsabilidad de ganar en terrenos del entrenador.
Hasta la próxima...