El 22 de febrero, cuando perdió el clásico 1-2 ante Pereira por desconcentración los primeros siete minutos, nadie daba un peso por Once Caldas. Cuatro días atrás había sido vencido 3-0 por Jaguares, y al frente tenía partidos seguidos como visitante frente a Millonarios y Cali.
Corría la fecha ocho, ocupaba el puesto 13 con dos victorias, tres derrotas e igual número de empates, y hasta el mismo técnico en las ruedas de prensa imploraba por la vinculación de dos extremos, y otro atacante, ante la queja generalizada de un plantel incompleto.
Como para sentarse a llorar. La lógica, el fútbol de ese momento y la falta de refuerzos, auguraban un fracaso anticipado. Ni el más fanático de los seguidores se atrevió a pronosticar lo que se está viviendo. Tampoco los resultados maravillosos que hoy exhibe.
Algunos oportunistas andan brindando la campaña a quienes, dizque no creían. Pues tendrán que dedicársela a toda esa multitudinaria afición que está llenando el estadio, y a quienes están pendientes por fuera, y que no tenían motivos para considerar algo distinto.
El éxito de Once Caldas no va de la mano con un proyecto pensado para tal fin, ni corresponde al esfuerzo por tener un plantel competitivo, ni a la calidad de los contratados, y mucho menos se debe a una gestión con propósitos triunfalistas.
Las políticas para esta temporada no variaron. Llegaron los mismos jugadores libres, desempleados y de bajo costo que, en épocas anteriores, completaron nueve eliminaciones consecutivas, obligaron a rotaciones numerosas cada semestre, con entrenadores que se marcharon sin dejar huella.
La génesis es diferente: El Once Caldas es fruto del trabajo de Herrera y sus colaboradores, del manejo de grupo, del liderazgo, de una apropiada comunicación interna, y de la motivación, la actitud y empeño de los futbolistas.
“En las arenas bailan los remolinos, el sol juega en el brillo del pedregal, y prendido a la magia de los caminos, el arriero va, el arriero va”, dice la canción de Andrés Calamaro. Si señores, el técnico es el arquitecto de este modelo de equipo que sorprende, gusta y entusiasma.
Vilipendiado, acusado de permanecer en el cargo solo por retén pensional, pocos se detuvieron a revisar su hoja de vida. Estrella con Nacional hace dos años, campeón de copa 2018 sobre Once Caldas, finalista de liga en 2005 con Real Cartagena perdiendo ante Cali, más dos títulos en la B con los heroicos, 1999 y 2004.
El Arriero ha hecho fuerte la defensa que, por distintas circunstancias, tiene que modificar con frecuencia, Arce está en nivel supremo, los recuperadores funcionan, arriba el gol, por ahora, dejó de ser un problema, y los arqueros vuelan gracias a Néstor Mario Marín.
El Once Caldas de hoy gana sin tener la pelota, golpea en los instantes precisos, se sabe defender, está tercero en la tabla, y tiene un pie en la semifinal. También ha tenido suerte, que se necesita, y con su nómina corta, genera sensaciones competitivas.
Detrás del récord de Dayro se juntaron muchas cosas que sirvieron para encarrilar el tren. Lo convirtieron en un objetivo general, el grupo se unió, y sin egoísmos tiró para el mismo lado, con ese aliado que es el público, de amor incondicional por el equipo, y por el ídolo.
La campaña tiene soñando a los hinchas, los registros logrados valen oro, como los 28 puntos que lo tienen muy cerca de la clasificación, y que semejan al 50% de los que obligatoriamente debe hacer esta temporada para evitar afugias en el descenso del próximo año.
Hasta la próxima...