Lógico que preocupa, y basta con mirar la tabla para sentir escalofrío (quinto de atrás hacia adelante) pero para salvar el descenso, Once Caldas no tiene que hacer nada extraordinario: sumar puntos, inclusive sin clasificar, poniéndose una meta normal para cualquier plantel.
En nuestra Liga se pierde la categoría por el promedio de los últimos tres años, exceptuando los1 ascendidos, que por reciente reforma al reglamento fijan su registro desde el momento en el que llegan, por lo que, amparándose en una buena campaña, pueden permanecer.
De allí que, Chicó y Huila, los de esta temporada, el primero merced a su especial momento (es tercero con rendimiento del 56%), y los opitas, con tres triunfos seguidos antes de caer en el clásico con Tolima, tienen números y posiciones parciales, realmente favorables.
Requieren regularidad, y de ellos dependerá, en tanto que clubes como Cali y Once Caldas, los grandes metidos en líos, arrastran el lastre de su discreto pasado en los torneos previos, lo que ha hecho que se enciendan las alarmas, y esas sirenas aturdan tras cada mal resultado.
Si lo llevamos a cifras, más grave para los azucareros que para el blanco, y la explicación está en que ellos, después de salir campeones en 2021 (segundo campeonato), en el siguiente solo hicieron 34 puntos (2022), y esa cantidad contará para el promedio en 2024.
Cosa distinta para Once Caldas que borrará los vergonzosos 37 puntos de 2021, el legado de Eduardo Lara y Diego Corredor, entrando a contabilizar los 56 de 2022, y los que haga esta, y la siguiente. Total, mientras que Cali en su acumulado tendrá una campaña de apenas 34 unidades, el de acá se quitará de encima la de 37.
Y no es para “echarse con las petacas” ni más faltaba, solo para bajarle un poco a la tensión que se siente en la calle, y a esa ansiedad latente que invade frente a una novedad en ese sentido, inaguantable para una plaza futbolera que ha visto a su Once campeón de América.
Once Caldas, logrando 50 unidades en la presente versión, faltando 30 de este semestre más los 60 del segundo (90 en general) va a estar tranquilo, lo que quiere decir que, con los 9 actuales, deberá conseguir 22 para meterse dentro de los 8, teniendo que elevar al 73% su producido.
Casi que imposible, cuando ha estado sobre 30 y 35%, poniendo la clasificación como un sueño irrealizable, lo que constituiría otro fracaso, y un nuevo comienzo, la constante desde hace ya casi un lustro largo en sinsabores para la fiel hinchada manizaleña.
Sin perder de vista, lo dicho: sumar, y aunque su fútbol no es óptimo, parece ir mejorando la dirección ahora con Pedro Sarmiento. Si bien, sin brillar, se perdieron los dos juegos iniciales, y se empató el clásico, hay detalles que alientan, particularmente en la ofensiva.
Contra Pasto (0-1), Dayro falló tres claras de gol, y frente al Huila (1-0), Sherman y Pajoy erraron dos increíbles. Luego, con Pereira, en el complemento se notaron algunas maneras que, inclusive, y pese al empate, evitaron que la gente saliera desolada del estadio.
Hay problemas precisos: errores individuales palmarios y bajos rendimientos; no se cuenta con marcadores de punta confiables, los extremos aportan escasas soluciones, y el funcionamiento, el planteo, y las formas, están en deuda por falta de trabajo acopiado.
Es más, pensaría que hasta para echar mano de los jóvenes, Jorge Cardona, con sus limitantes en salida, Alejandro García, con su irregularidad, o al "pelao" John Deivy Araujo; sobre aquellos que parecen estar marcando sus últimos compases.
Tarea para Pedro Sarmiento, y su asistente Hernán Darío Herrera, hombres de carácter, pues si la nómina empezando era profesional, a los dos meses no tiene por qué ser un desastre, y en esa baraja deben encontrar los capaces de sumar los puntos que, por lo manifestado, eliminen esos negros nubarrones del descenso.
Hasta la próxima...