Tanto el cuerpo técnico, como el directivo, deben mirar atrás, y admitir que van ocho torneos (cuatro años y medio) sin que Once Caldas clasifique a las semifinales de la Liga colombiana, y que la política de contratación, ante los reiterados fracasos, debe ser otra.
Desmotivadoras declaraciones de Pedro Sarmiento revelando lo complejo de hallar jugadores en esta época, endureciendo ese comentario con cierta resignación pensando en los menores, sin enfatizar en refuerzos de categoría, que, pese a su simplismo, son urgentes y necesarios.
Basta con evaluar los procesos de armado en Once Caldas para entender que el pecado capital es la calidad de quienes llegan, regularmente por cantidades, faltos de condiciones, sin ritmo deportivo, en el ocaso de sus carreras, o simplemente por la facilidad para negociarlos.
Larga lista, y menciono solo ejemplos de un grupo que incluye casi tres decenas, Jiménez, Pajoy, Muñoz, Celis, Pico, Gallardo y Artunduaga, de este año, y del pasado, Cuero, Pérez, Micolta, Angulo, Higuita, Hernández, Otálvaro, Roa, Romero, Burbano, Yoiver, etc.
Estoy relacionando de 2021 para acá, y si a ello se agrega que son 159 jugadores en 19 campeonatos cortos durante la era Kenworth –datos publicados por este diario– la conclusión es sencilla en el sentido de que es un ítem con efectos vergonzosos de una gestión sin logros.
Insistir en el error es el umbral de la debacle, y Once Caldas tendrá que cambiar formas y estilos para hacerse a esos refuerzos que precisa, pues queda la impresión de que la comisión asesora no sirve, o que las relaciones con sus pares son flojas, o que no tienen ojo.
Sobre la opción de Sarmiento, y a no ser que, de la noche a la mañana, un golpe de suerte con los juveniles signifique un revolcón, los antecedentes indican que no hay razones para creer que sea el camino correcto, sin descartarlo por supuesto, pero no como base.
Cuánto ha costado la consolidación de Alejandro García y Jorge Cardona, que pasó con Sebastián Palma, o acaso los que se fueron, Marcelino Carreazo, Johan Carbonero, Ménder García, Nelson Quiñones, Robert Mejía, o Sebastián Guzmán, salieron siendo figuras.
Para nada, no es tan simple, y esa es la cantera. Pretender que, con los John Araujo, Jeyson Velasco, Leider Morán o Yeiler Valencia, se tendrá un Once Caldas grande, dista de la realidad, suena utópico, y supone un desengaño más para la hinchada, estimado profe.
En entrevista con su medio predilecto, al único que le acepta preguntas, quizá porque nada le cuestionan, Tulio Castrillón sostuvo que Once Caldas, en desarrollo de ese modelo de administración que califica de altos estándares, remozará su plantel, mínimo, con cinco unidades.
Es lo menos que se puede esperar frente a los resultados deportivos de su desempeño, pero que se ponga de acuerdo con Sarmiento para que haya asociación de ideas, y que, de común acuerdo, salgan los nombres que brinden ese plus de calidad sobre el esquema establecido.
También dijo que, con la pretemporada arrancó la redención de Once Caldas, que bajo su dirección jamás el equipo se irá de Manizales, y que no piensa en el descenso, ratificando sus quimeras, un nuevo estadio dentro de un centro de eventos o convenciones, aunque las cifras no cuadran.
Según su presupuesto, a costo de millón de pesos por asiento, no por metro cuadrado, para 15 mil aficionados el valor oscilaría entre 15 y 20 mil millones de pesos. Habría que recordarle que, en el Bello Horizonte de Villavicencio, con esa capacidad, la inversión fue de 88 mil millones.
Por ahora, Presidente, preocúpese por un plantel a la altura de Once Caldas, pagué la deuda con la historia por sus pésimos números, y promueva la unión entre todos, como lo señaló en esa nota, porque es cierto "la mala energía se riega, y la positiva también".
Hasta la próxima...