El oyente de Siempre Fútbol, y lector de esta columna, Gustavo Franco, a raíz de la situación de Once Caldas, me envió un correo en los siguientes términos: "Lo mismo de siempre desde años ha. Como esperar que haya un cambio, si los directivos son los mismos de años ha".
Palabras explícitas, al punto de que, si nos devolvemos en el tiempo, luego de cada semestre fracasado se teje la ilusión, y el resultado al final es historia repetida: eliminación, y volver a barajar arrancando prácticamente de ceros porque ni siquiera queda una base resistente.
Total, qué haría pensar que ahora será diferente, si la práctica demuestra que las fórmulas y los procederes se conservan, y nada revolucionario se plantea, con excesiva lentitud; van 27 días desde que concluyó la liga, sin un solo anuncio, y apenas liquidando a quienes se van.
Señaló el presidente, un par de semanas atrás, que hace dos meses tiene en su poder una preselección definida con el técnico Sarmiento de los jugadores que pretenden, y que trabaja sobre ella. ¿Y entonces? Cómo se entiende que a la fecha no haya concretado ninguno.
A Once Caldas lo tratan como plato de segunda mano. Si alguien se atraviesa, o el valor es alto, mueren los intentos. Es común escuchar, por ejemplo, que llegaría Gustavo Brittos porque es del Huila, no Gonzalo Lencina porque lo pretenden clubes grandes del país.
O que Mauricio Castaño, un lateral de Jaguares, estaba en planes, y ya no porque Junior lo busca. O sea, las contrataciones, según esa perspectiva, tienen que ser de bajo perfil, sobre unidades con poca figuración, y que no estén en la mira de sus pares importantes por Liga.
Mencioné esos jugadores, que no tengo idea si están en carpeta, porque los publican en redes, y para colegir que el proceso de armado no se hace madurado en elevados márgenes de utilidad deportiva, sino en el llenado de plazas descubiertas por las deserciones.
Más por conveniencia económica, o facilidad para negociar, que, porque haya intereses reales por un Once Caldas con futbolistas hechos, de reconocida capacidad y categoría, y que tengan un valor superlativo, porque esos hacen parte del libreto secundario de quienes administran.
Esa política de orientación, y de manejo, parece equivocada, pues se interpreta como el deseo de contender sin arriesgar, práctica sin efectos durante casi un lustro, con un plantel de costo reducido y sin nombres rutilantes, a quienes han convertido en un espejismo por estos lares.
Jugarles a certezas no parece el fuerte del presidente, y quizá por ello los devaneos de Sarmiento, quien ya expresó su idea de fortalecer las divisiones menores ante lo que califica como “dificultades del medio por la época” haciendo eco a la inactividad sobre los refuerzos.
Cerró el aficionado del correo, esbozando: “si se quiere cambiar de rumbo, debe empezarse por la cabeza. Los esfuerzos de los dolidos opinadores deben apuntar al cambio de las directivas del club para que no llegue el próximo decenio, hablando de lo mismo”.
Hasta razón tiene, una gestión seguida sin logros, con una proyección limitada, reactiva, no proactiva, frente a los vaivenes del mercado, difícilmente saldrá adelante. Se vive como se piensa, dicen por ahí, y si los afanes son de economía y ahorro, así serán los resultados.
La verdad es que, los cuatro años y medio de frustraciones no dan pie para montar procesos, siendo perentorio competir, y delicado si uno entra en desventaja, o acomplejado, viendo como los demás se arman, y aquí no, por proteger los dividendos de los accionistas.
El problema es que contagiaron a un sector de la prensa, conformista, preocupada por los gastos de esa entidad privada llamada Once Caldas, sin reclamar el cumplimiento de los objetivos, enmarcados en una representación digna en el campeonato, para lo cual se requiere inversión, y materia prima calificada.
Hasta la próxima...