Cuando se conoció el calendario de partidos, el veredicto fue: o Diego Corredor se salva sumando desde el principio con una propuesta de fútbol ofensivo acorde con la calidad del plantel que le entregaron, o se quema rápido, y tendrá que marcharse.
"Enfrentamos a dos rivales de peso" señaló tras el empate con Tolima en casa en el único punto logrado hasta ahora –perdió con Nacional en la apertura– en otra de esas afirmaciones surrealistas, a sabiendas de que solo revertirá su historia con resultados.
Perentorio ganar, y no lo ha hecho, una unidad de seis (16%), aparte de que perdió los amistosos de pretemporada contra Atlético FC y Orsomarzo, ambos de la B, son cifras intratables en este triste despertar de campaña en una temporada con ilusiones.
Sin un rendimiento alto –teniendo las herramientas– y sin un esquema definido –queriendo sin poder– Once Caldas se nota mal gestionado, y es difícil que salga del bache. Se están imponiendo la desconfianza y la inseguridad, y los plazos están vencidos.
El problema es de identidad, a un equipo lo definen el patrón de juego y la actitud, tanto como las características y la calidad de sus intérpretes, y en lo primero, que compete al DT, los vacíos afloran, porque hay jugadores, y con quienes practicar buen fútbol.
La silbatina general al final de encuentro habla de divorcio absoluto, y por más que pretenda obviarlo diciendo que "carguen las tintas sobre mí y suelten la presión al plantel" no hay tal, se acabó la comunión, y Once Caldas debe proceder respecto al entrenador.
Por vía directa, si Corredor asume la posición ante la cruda realidad del fracaso; o la dirigencia, que hizo un esfuerzo esta vez por nombres de categoría, y que debe corregir sobre la marcha. Es el momento de decidir por los intereses comunes de la institución.
Están a tiempo, el proceso actual no da más, Once Caldas es de medios tiempos, sus famosos predicamentos no existen, o son inconclusos, presión alta, posesión, búsqueda de los partidos, que se juegue en todas las zonas, intensidad, agresividad, etc.
Del dicho al hecho hay largo trecho, y en esta oportunidad más, un discurso distante del contexto, apoyado en frases vanas e intenciones simples que no se promueven, y un trabajo discreto que en año y medio no ha podido estructurar un conjunto.
Discutible estar uno en un lugar donde no es querido, y menos justificado por un contrato; suena ignominioso para una persona de 41 años, con el mundo por delante, y que inclusive aquí se atrevió a hablar de generaciones avanzadas.
Haciendo cosas que no corresponden a sus principios, con un volante creativo que, según su teoría, está mandado a recoger en la modernidad, y con un plantel que le armaron, sin mucha autoridad frente a la dirigencia, y aceptando que los motivos superan lo deportivo.
Cuestión de amor propio. Raro que aguante improperios e insultos en una plaza que no lo soporta, generando un ambiente que desestabiliza al grupo, e inclusive a El mismo. Me imagino las angustias y las incomodidades por las que pasa.
No será la primera vez que un técnico fracase, a todos en el mundo les pasa, y siempre habrá un mañana. Lo increíble es mantenerse con la tribuna encima, haciéndole daño a la institución, y hasta arriesgando su integridad.
Este es un capítulo que pide final, darle largas es aumentar la agonía teniendo como recomponer. Once mil abonados, 16 mil en el estadio no pueden estar equivocados, y están clamando por un cambio necesario y urgente, y Corredor se quemó.
Hasta la próxima...