Pocas veces hablo en plural cuando me refiero a Once Caldas, porque si bien el sentimiento es único, intransferible, puro, acepto que el negocio es de privados, y en este caso particular de personas sin espíritu de pertenencia, y equivocados, así sea de buena fe.
Me resisto a pensar que Jaime Pineda y Tulio Castrillón, al parecer, acreditados en otro tipo de empresas, estén usando el equipo para llevarlo sistemáticamente a la B. No me cabe en la cabeza que minimicen tanto su valor, y presupuesten ganancias millonarias abusando, y burlándose, de los bienes inmateriales de una ciudad, de su gente, y de su historia.
Somos últimos, y aquí me involucro, porque duele ver a Once Caldas en esa posición, con ese nivel bajo de competencia que cualquiera le pasa por encima, y sin soluciones, perturbando su falta de categoría, y porque resulta absurdo que cada día juegue peor.
Un presidente que califica como modelo organizacional una gestión llena de fracasos, que según él, copian grandes universidades del mundo, está desconectado de la realidad, o está embaucando, y se engaña así mismo. O tal vez disfraza la mentira frente a una maquinación institucional.
Ningún patrón irradia un club a punto de firmar su octava eliminación consecutiva siendo el más discreto de la Liga, y que no acierta en la consecución de refuerzos, ni en la operación deportiva porque claramente lo arman a bajo costo, y sin cubrir las necesidades primarias.
Sin proyecto, y sin convicción, no hay éxito. Once Caldas ha vivido a la deriva en manos de Castrillón, fastidiado con la prensa, distante del querer popular, y sin alianzas con nadie, por soberbia y prepotencia, desdeñando inclusive a las autoridades gubernamentales.
Pésima labor, y los números así lo reflejan, y esa mala vibra que transmite confunde el entorno, constituyéndose en el principal error de la institución, y en responsable directo de las campañas, tocando fondo con ese puesto 20 en la tabla, ridículo y sospechoso.
El no tomar decisiones oportunas –Corredor debió marcharse en octubre al quedar por fuera– y asesorarse inapropiadamente ¿quién recomendó renovar a Marlon, traer a Jiménez, Pajoy, y Gallardo, o a Pico-Celis en su momento? son apenas referentes de un liderazgo fallido.
Más humillación no se puede aguantar, a no ser que sea un propósito velado, pues ya cansa tanta desidia o incapacidad, que el mismo técnico Sarmiento debería intervenir para evitar que su nombre, construido con trabajo, termine salpicado, y como cómplice silencioso.
Un revolcón demanda Once Caldas, no ese continuismo que se advierte sosteniendo en nómina jugadores que, por edad o condiciones, no aportan, y para procurarlo se requiere determinación, osadía, mano dura, claridad en los conceptos, y empatía con el grupo.
Desazón produce la cola, y la angustia del descenso que podría agravarse si cae esta tarde frente a Alianza Petrolera. Ganar es lo único, porque definitivamente entró en etapa de supervivencia, no de luchar clasificación, igual que cada liga desde hace ya casi un lustro.
Los seguidores no pierden, o no perdemos –porque el respaldo debe ser general– la ilusión de que renazca el equipo, aunque suene utópico por la flojedad de los integrantes de la plantilla, por el conformismo de quienes lo dirigen, y porque hay un presidente sin suerte, sin conocimientos, sin afanes, o simplemente resignado por qué es lo que quiere.
Y si es así, que lo diga, para intentar alternativas entre quienes estén dispuestos a salvarlo. El descenso, se lo contamos a viva voz, no está dentro de nuestros planes, y Usted le debe respeto a una plaza que lo acogió por encima de sus malquerencias y resentimientos.
Hasta la próxima...