Que un equipo llegue una vez y gane un partido, lo he visto miles de veces, pero que no tenga ningún arribo, y se vaya vencedor por un penalti originado en una agresión del portero contario, solo el sábado 13 de octubre, en el juego Once Caldas-Nacional.
Luego contra el peor Cali en años (penúltimo en la tabla con apenas 13 puntos de 54) particularmente en el segundo tiempo, y con todo para ser líder y asegurar la clasificación, se contentó con el empate, marcando desde los once pasos tras quedar en desventaja.
Paupérrimo el fútbol ofensivo de Once Caldas. En 98 minutos en ese encuentro con sólidas implicaciones no hizo un tiro directo a la puerta, pero no perdió, que también ha vuelto costumbre, porque es lo que se plantea desde el banco con un técnico irremediablemente defensivo.
Quejarse ya no tiene sentido, es el estilo de Corredor, cuidando el cero, tratando de controlar el balón, evitando que el rival haga daño, y con atacantes que no agreden, convertidos en primeros defensores, y sin fórmulas para concebir acciones de profundidad.
De 18 goles que lleva, recordando el alto grado de efectividad del comienzo cuando anotaba el 90% de lo que creaba, de los últimos seis, cuatro han sido desde el punto penalti, que parece ser la única vía, permitiéndole una cosecha insospechada, cerca del objetivo.
Con favorecimientos especiales por parte de los arqueros. Montero de Millonarios haciéndose expulsar, Viera confundido en el gol de Piedrahita al Junior, Hernández en el error compartido con Millán en el 0-1 ante Tuluá, y Mier cometiendo una falta infantil en el duelo contra Nacional.
Para completar, Eder Chaux, con un crecimiento enorme, impecable en sus intervenciones, recibiendo solo tres goles en los recientes siete compromisos, respaldado por una defensa que sostiene el orden con picos altos de rendimiento, especialmente en Cardona, Torijano y Riquett.
Es la historia del Once Caldas actual, que difícilmente gana, pero al que es complicado ganarle, que sale a no perder, que es conformista en asuntos de ataque, y acompañado por una alta dosis de suerte que despierta generosos augurios para los cuadrangulares.
Si es lo único que se pretende, adelante Corredor. Si la idea es otra, por más que clasifique, valdría la pena revisar si ciertamente es lo que gusta, y lo que la gente acepta, porque de verdad hay un abismo entre el sentir del aficionado y las apetencias del entrenador.
Los resultadistas, los pragmáticos, están de fiesta. Si se mira desde la razón, los cuestionamientos pululan por la pobreza argumental, en una liga mediocre, en la que un club amarrete y especulativo como Once Caldas, sale airoso sobre rivales costosos, de discutible calidad.
Con ese esquema derrotó a los supuestamente poderosos, Millonarios (con el que comparte casilla), Nacional, estando por encima (increíble) y Junior (virtualmente eliminado), en claro indicativo del momento que vivimos, sin presencia en el mundial, y siendo comodines en los torneos de Conmebol.
Una campaña completa sin cuajar una actuación redonda, cuarto en la tabla, a dos unidades de las 31 que son el límite teórico de clasificación (pueden ser menos), restándole Alianza en casa y Santa fe en el cierre, para superar la racha de seis torneos cortos quedando por fuera.
Negocio redondo para los dueños, misión cumplida para el entrenador, y felicidad por los guarismos, no por la propuesta, ni por las formas, que no sé hasta dónde resista una plaza amante de algo distinto, y en el entendido de que serán dos años más con Corredor (tiene contrato hasta 2024), intérprete de una escuela opuesta a la del corazón del hincha.
Hasta la próxima...