Al primer campeón mundial de ajedrez made in China, Ding Liren, lo llaman para que llore y está ocupado. Muy zen, le gusta filosofar y ver caer la lluvia. O comer el bol de arroz blanco que le prepara mamá.
En sus primeras declaraciones confesó: “Estoy bastante aliviado. El momento en que Ian se rindió fue muy emocionante para mí. No podía controlar mi estado de ánimo ni mis sentimientos. Me conozco: voy a llorar y rompí a llorar...
Desde los cuatro años, recién divorciado de la dictadura del tetero, su mami lo matriculó en clases de este deporte en su ciudad natal, Wenzhou, el vaticano del ajedrez chino.
Para complacer a su entorno familiar, estudió derecho. No sólo del ajedrez vive el hombre. Al volver ripio al ruso Ian Nepomniachtchi en la última partida rápida del duelo de desempate, Liren se embolsilló un millón cien mil euros. Nepo, como le decimos sus fans, es una segunda derrota por el título mundial más rico, y novecientos mil euros menos pobre.
Muchos somos hinchas del ruso por su forma de concebir el juego y por su furiosa independencia: criticó la invasión a Ucrania y calificó de horrorosa la guerra. En la Rusia de Putin, salírsele del corral al tirano de mirada de iceberg, no es ninguna pera en dulce. No es sino recordar el libro de Padura, “El hombre que amaba los perros”, para darse cuenta de lo que les va pierna arriba a los disidentes.
El chinito Liren disputó la final entrando por la puerta de atrás porque el titular, Magnus Carlsen, renunció a defender su título ante Nepo, segundo en el escalafón, porque lo considera un rival de media petaca. Ding era el tercero de la fila.
El flamante campeón no es ningún aparecido: varias veces le ha ganado a Carlsen en ajedrez libre y en la modalidad de partidas rápidas en la que los contendientes juegan por sospecha.
“Autoclavada para la inmortalidad. Felicidades, Ding”, fue el trino que escribió Carlsen tan pronto conoció el triunfo de su sucesor de 31 años.
Con lo de la autoclavada aludía al juego a lo kamikaze que desplegó Liren en la partida rápida que le valió el título. En una posición inferior se negó a aceptar la vagabundería de las tablas por repetición de jugadas que le proponía Nepo.
“Ganó el que cometió menos errores…. Así que ya está”, comentó Nepo, sin volverse un Niagara de lamentos.
Un comentarista de la BBC de Londres exageró sin miseria diciendo que fue el mundial de ajedrez más espectacular de las últimas décadas. “En Kazajistán se ha practicado un ajedrez precioso, sin duda imperfecto, pero capaz de conmover a los aficionados. En el tablero, la arruga es bella y la simetría exagerada puede ser un bostezo”, remató entre poético e irónico.