En Colombia, país de reinas como la que se eligen en Cartagena, siempre es bueno mantener entre la manga algún discurso inútil. De pronto te invitan a coronar a una de ellas. El siguiente es una hipótesis de discurso:
Majestad:
Eres un sueño de tacón alto, una beldad de a puño, suspiro reprimido de santo. Estornudo de una manifestación de dioses. Tu belleza no necesita energía eléctrica para ejercer. En tu cuerpo jamás se oculta el sol. Ni la “jombra”. Ni falta que hace la luz. Estás hecha contra los apagones de la estética. Con tus colegas de cintura de avispa le has mejorado el currículo al mar que, como en el verso del suicida Lugones, “brama alrededor de tu cintura” cuando metes en él tus 90-60-90.
En la guerra de “colas” de la Heroica ganaste por varias letras. Eres una amazona que cabalga sobre el mar. Tu cuerpo es un soneto al revés. Los dos certeros tercetos arriba y los dos cuartetos atrás, en el afrancesado “derrière”, que es donde la espalda extravía su nombre para convertirse en colina por partida doble. Los españoles le dicen culo y hasta luego. En el Ecuador de tu cuerpo se “mece altanero” el ombligo, centro de tu universo, que notifica las 24 horas del día por dónde pasa el meridiano del erotismo.
Cuando te despiertas con tus encantos alborotados pareces una mentira con los ojos azules. Tan linda eres que provoca creer en Dios. O en todos los dioses. Eres tan bella que haces daño, diría pirateando a un poeta francés. Verte no da sueño, diría con otro bardo, el argentino más citado. Esta noche de tu elección en Locombia todos somos voyeristas sin sueldo.Desde una óptica musical te nos pareces a un bolero escrito en el pentagrama de tu piel (qué inspirado estoy, ¿no reina? ¿almorzamos?)
Desde una óptica periodística, la rotativa de las bellas es la demoledora pasarela donde los hombres le dan de comer al ojo y las mujeres alimentan el bicho de la envidia. Con tus encantos le hiciste perder a tu ángel de la guarda sus votos de castidad perpetua. Le doy la razón a tu ángel del que he sabido que suele espiarte a través de la cerradura…Seguramente se copió del que cantó el poeta Ciro Mendía: “Siempre cuando la amada resolvía/desnudarse y al lecho irse cansada/ el Ángel de la Guarda, qué bobada/ de la alcoba al momento se salía/”.
Beldad de a puño: miras como si tuvieras manos de pianista. Después de tantas veladas demoledoras como las que te han tocado estos días, tus músculos faciales de la risa están que entran en cese indefinido de actividades. Has sacado todo un doctorado en sonrisas como si te empeñaras en demostrar que tu cara no es tierra fácil para la tristeza.
Mándales el primer suspiro de tu reinado a los alebrestados en armas de la guerrilla que nada que silencian sus fierros. No darles pena a estos tipos con la mamá, reina. No tienes sueños, los sueños te tienen a tí. Las perturbadoras como tú tienen el físico de un atleta del decatlón. No estás hecha de carne y hueso, sino de misterio y asombro. Estas palabras terminan diciéndote con cero originalidad: si no existieras tendríamos que intentarte. Perdón, inventarte.