Censores de zapatos verdes y medias rosadas en cuyas almas espantan, están alentando la reescritura de libros fundamentales dizque para que sean moralmente correctos.
El léxico de ciertos políticos sí que amerita remiendos. Un ejemplo es el lenguaje utilizado por el exembajador Benedetti en su famosa charla con Laura Sarabia.
Le pedí a la interfax ChatGPT que le hiciera al barranquillero el favor de redactarle un texto aséptico que habría podido enviarle a Laura para evitar que los botaran. ChatGPT dijo sí.
Mi querida Lauris: Te cuento que estoy más aburrido en Caracas que Escalona en el Liceo. No sé cómo Gabo se aguantó un año aquí. Me conoces, fuiste mi mano derecha en el Senado. Me cansé de Maduro y de su doble Diosdado (¡qué nombrecito!).
Sabes bien que tengo todas las acciones en la presidencia de Gustavo. Me dirás costeño deslenguado pero sin mí, Petro estaría viviendo en ese bello moridero llamado Chía. (No me lo creerás, pero envidio a mis paisanos del grupo de La Cueva, de Barranquilla, “inteligentemente deslenguados pero no vulgares”, como dice el maestro Guillermo Angulo, la cuota paisa).
Me la jugué buscando el billete y hablando con gente que tenía mal aliento para conseguir los votos que nos dieron el triunfo. Y me sales con una embajada. El tigre que me habita está que estalla.
Encarno todo lo contrario a la diplomacia. Es cierto lo que decía el Loco Jaime Ucrós, exembajador en Panamá: embajador es el tipo con el mejor trago del mundo pero sin con quién bebérselo. Nombrarme embajador en “la infeliz Caracas” como la llamó Bolívar, es como nombrar al Bolillo Gómez técnico de la selección danesa de parqués.
Laura, tienes que jalarle a la reciprocidad, mi amor. Te lancé al estrellato. Quiero que entiendas esto: Tengo más secretos que una mujer fatal para contar. Hasta ahora he sido discreto como una monja de clausura. Pero de pronto se me suben el trago y el agua aromática de coca a la cabeza.
Vienen otras elecciones. No me puedo quedar bostezando en reuniones oficiales oyendo y diciendo nimiedades con colegas que se la pasan resolviendo crucigramas y mirándose el ombligo. Soy un caribe de acción.
Te cuento que me leí varias veces la urbanidad de Carreño. Carreño es lo único bueno que me ha pasado en Caracas. Te tengo un ejemplar. Buen humorista el hermano veneco.
Me gusta recordar esta ternura que escribió: “No nos acerquemos nunca a las ventanas de una casa con el objeto de dirigir nuestras miradas hacia adentro”. Eche, no joda (y perdón por la vulgaridad de mi español que haría palidecer a una boa constrictor).
No nos quitemos más tiempo, mi Lauris. Échame una mano antes de que suelte la sin hueso. Y dile a Gustavo que lo quiero mucho. Con balcón o sin él. Mejor sin Twitter.