En Villa Ney, La Tablaza, municipio de La Estrella, todos los días es 23-24 octubre y 14 de mayo, días en que nació y murió el maestro Rodrigo Arenas Betancourt.
Arenas decía que nació entre el 23 y el 24 del pluviométrico octubre, mes que le inspiró una lamentación a Barba Jacob cuyos restos rescató de una inerte bóveda del Banco de la República. Los hizo trasladar al terruño del poeta, Santa Rosa de Osos , donde el azar le regaló a la mujer de todas sus vidas: la poeta María Elena Quintero, 34 años menor. Fue la Lolita de Arenas quien “solo sabía amar y amar”.
La segunda vez que se vieron, dos años después, sin ninguna poesía él la invitó a pagar el trabajador de su finca en Fredonia. Le dijo sí al seductor que la flechó con su arrolladora pinta de Rasputín. Regresaron a Medellín con par petacones, Elena María, sicóloga y Rodrigo José, ingeniero civil.
Recién fallecido Arenas, en mayo de 1995, hubo homenajes, discursos, lágrimas, babas oficiales de dolor. Gobernadores como Luis Alfredo Ramos, Aníbal Gaviria, Luis Pérez Gutiérrez, se comprometieron a preservar su herencia cultural. En un recorte de El Colombiano se lee que “el gobernador Luis Pérez Gutiérrez anunció su compromiso de recuperar la casa-taller del pintor y escultor y convertirla en museo Rodrigo Arenas Betancur”.
María Elena, Pochola para sus amigos malandros, alcanzó a levitar de la emoción con el compromiso. Lo de Pérez resultó un falso positivo.
En la centenaria casona de Villa Ney bosteza parte de la memoria del fredonita. (La otra, diría Perogrullo, está expuesta al ojo del respetable en todo el país). Ese legado lo custodian paredes hechas en tapia y puertas de comino. Lo ampara el olvido y el desdén oprobioso de quienes han tenido el poder y los medios para rescatarlo. La humedad y el tiempo han hecho lo suyo.
Convertida en rey de burlas, dormita la Ley 748 del 2002, por la cual se le rinden honores a su memoria. Apenas se cumplió la entrega de 200 millones para obras en Fredonia. La asamblea de Antioquia también podía mediante esta Ley aprobar una estampilla hasta por 30 mil millones de pesos para el funcionamiento de un centro cultural en Sabaneta.
Uno de los archivos olvidados contiene unidades de fotografía, diarios del taller que Arenas llamaba bitácoras, manuscritos de sus libros Crónicas de la errancia, del amor y de la muerte y Los pasos del condenado.
Existen maquetas-estudio para obras monumentales, réplicas de obras monumentales y fotomurales. Dicen presente esculturas en yeso y fibra de vidrio, terracota, originales en mármol, piedras naturales y un obeso etcétera.
El legado de quien era considerado por García Márquez uno de los tres mejores escritores colombianos al lado de Hernando Valencia y Ernesto Volkening, espera que lo disfruten millares de ojos.