“Decíamos ayer…” que frustrado el primer viaje para encontrarse con su amado Antonio, Irma regresó a su base en Alemania.
Retomó su cotidianidad, volvió a dar clases, y se graduó de santo Job a la espera de que el bávaro le enviara otro tiquete. No apareció en casa de sus padres porque de pronto le ponían grilletes para retenerla.
La chica no daría su brazo a torcer, según lo relata en su crónica-diario de 1.800 palabras: “El lunes 24 de mayo (1941) a las 7:30 a.m. salí de Schorndorf, en Wurtemberg, donde tuve mi último empleo como profesora y con dos maletas me dirigí a Nurenberg, la ciudad de mis padres…”.
El escrito es un prodigio de la síntesis. Nada de palabras superfluas. No dejó detalle relevante por fuera. (Interesados en leer todo el diario lo encontrarán en mi página de Facebook. Prohibido perdérselo).
Fueron tres eternos meses en los que nunca tuvo contacto con su cuchicuchi. Imposible contarle algo sobre su odisea. Nada de selfis ni de wasaps para decirle: “te amo”. O darle el besito de las buenas noches. Además, primero tenían que casarse.
En su periplo decidió vivir el aquí y el ahora. El amor que espere. Lo demás vendría por añadidura. Durmió bien y mal, hizo amigos, un capitán lo echó los perros, ella le dijo no, vio cine, jugó golfito, cartas, sapo; no se negó ningún exótico bocado. Se enfermó dos veces, pero se curó con una medicina llamada Wolfang.
En Corea, la iban a devolver por cuestión de papeles. Irma sacó a relucir la eterna arma secreta femenina: las lágrimas. Solucionado el problema.
Menciono solo algunas de las ciudades por las que pasó: Berlín, Moscú (“ciudad sucia y pobre”), Varsovia (que estaba en llamas), Tokio, Yokohama. Que no falte trayecto en el legendario expreso Transiberiano.
Por fin enrumbó hacia América: Hawai, San Francisco, Los Ángeles, y Manzanillo, México, donde tocó tierra americana por primera vez. Luego hizo escalas en Corinto, Nicaragua, Balboa, en la zona del Canal de Panamá y, finalmente, Buenaventura.
Irma redondea su crónica: “… a las 8 de la mañana desembarcamos en puerto y pude finalmente abrazarme con mi querido Wolfgang después de tanto tiempo y aventuras. Nos despedimos de todos y después de hacer la aduana nos trasladamos al Hotel Estación… Para huir del calor partimos a Cali a las 2 de la tarde en un viaje que demoró 9 horas. El lunes a las 3 de la tarde contrajimos matrimonio en el consulado alemán y el miércoles nos casamos por la iglesia”.
Dos matrimonios en tres días. Ahora sí, a lo que vinimos: Volver hijos tanto amor.
A Manizales “llegamos el 13 de junio a las cuatro de la tarde (de 1941). Con ello finalizó este viaje alrededor del mundo y empezamos una nueva vida”. Y colorín colorado…