Desde el origen de la humanidad el dolor ha sido un hecho para combatir. A nadie le gusta sentir un dolor físico o moral que paraliza muchas veces la actividad de los vivientes, los limita, los irrita y a veces angustia. Desde los mismos inicios se acude en busca de analgésicos que disminuyan o supriman la aparición de un dolor que frena actividades, frena entusiasmos, entristece situaciones, nos muestra los límites de todo lo viviente. La misma naturaleza ha regalado calmantes y curaciones para el dolor y en la vegetación se logra tener remedios y suavizantes.
Pero siempre se llegaba a un momento límite que parecía no tener solución alguna, sobre todo en casos de accidentes o enfermedades que llegaban a la necesidad de amputaciones de miembros o partes de un cuerpo. Ya en el siglo XVIII en algunas partes se acudía a fuertes dosis de ron o licores que llevaban al paciente a la escala posible de tolerar el dolor. En el siglo XIX hay avances notorios; el dr. Long de EE.UU. ensaya con dosis de éter y logra resultados positivos: privar y regresar a los pacientes a su estado vital; pero se toma como paso decisivo en lograr dormir al enfermo, de tal manera que no sienta el dolor durante una cirugía y regrese a la normalidad vital.
El 16 de octubre de 1846 el dr. William Thomas Morton aplica por primera vez la anestesia general a un paciente en su cirugía volviendo con la afirmación de no haber sentido nada de dolor, de despertar como de un sueño y darse cuenta de lo sucedido en su cuerpo. Por lo anterior, el 16 de octubre ha sido declarado como el Día del Anestesiólogo, profesional él o ella que brinda sus conocimientos médicos en la especialidad de la anestesia, todo un arte del conocimiento gracias al cual se hace cargo de la vida de un paciente. El privar y regresar un cuerpo está en su saber y en sus manos en las dosis precisas para el dolor y la duración de una intervención quirúrgica.
Gratitud inmensa a Dios que ha dado tal capacidad a los seres humanos de llegar a estas brillantes acciones de control de la anestesia, de saber frenar el dolor por espacios a veces largos, de darnos un alivio que mitiga el miedo, la inseguridad y el dolor y a gran cantidad de seres vivos nos regresan a nuestros acostumbrados deberes. Gratitud, admiración y afecto con nuestros(as) anestesiólogos(as).