El arte público es una instancia de peso en una comunidad, porque permite expresar una preocupación generalizada, ya que se trata de un arte que causa la identificación de muchos ciudadanos con él. Claro que hay una excepción: los grafitis; aquí no se da un amplio arraigo dentro de la gente de esta expresión, pero parte de su mensaje es violentar e imponer a los demás su, muy subjetivo, punto de vista.
Considerar el arte público como aquel que una comunidad quiere mostrar al foráneo, ya que sintetiza su idiosincrasia, fuera de que simboliza sus valores, es válido.
Manizales se llenó de pájaros. Primero los del escultor Jorge Eduardo Vélez Correa y después los del maestro Luis Guillermo Vallejo. Aquí están plasmados los pájaros en su belleza natural sin insistir en complejas simbologías, como si sucedió con otra escultura de Vélez Correa ubicada en la Normal de Señoritas, donde el búho representa al saber, así como lo concebían los atenienses.
A mí me llama mucho la atención ese tipo de representación porque hemos dejado de considerar digno de retratar y de exhibir al ser humano, a los prohombres y promujeres que han dejado huella en la ciudad y en la sociedad. Al parecer le hemos cogido miedo al ser humano y solo vemos en él y ella unos acosadores de la naturaleza. ¡Tremenda disyuntiva! Somos culpables de destruir y creemos que con no mostrar nuestras caras estamos dando pasos para solventar el gran problema ambiental que agobia al planeta.
Grave tanto ambientalismo y grave tanta duda acerca del ser humano, porque nunca dejaremos de ser humanos capaces de ser villanos y de ser santos casi que al mismo tiempo y en la misma persona. Soy un convencido que ese profundo dilema no lo resolveremos negándonos a dar la cara y poniéndonos la máscara de pájaro tratando de revivir otras épocas, tal vez totémicas, negando aceptar de vivir en la era atómica.
Me imagino que dentro de ese enfoque primario de poner o deponer sin realmente profundizar en la problemática, la escultura de Pepe Cáceres en la Avenida Centenario será fundida, ni siquiera reubicada, porque los toros saldrán de Manizales por la puerta más pequeña y una suerte parecida correrán las mulas y bueyes de Vallejo en el Monumento de las Colonizadores en Chipre, que igualmente, para ciertos especímenes, representan el maltrato infligido a esos animalitos. La corrección política de ciertos concejales es proverbial y la estructura mental de los indecisos representantes del centro tradicional, permitirán una solución de esa índole.
Recorrer a Manizales es pasar de pájaro en pájaro viendo el plumoso problema que no será resuelto porque no hay la conciencia de mirar con una visión crítica de lo que está pasando con la humanidad. Me queda sí la curiosidad de quién dará el siguiente paso: el centro en recapitular los valores tradicionales, producto orgánico de nuestro pasado o los dinámicos activistas que se consideran una vanguardia innecesariamente atada a lo que se hace en otros contornos.