A nadie le puede caber duda de que Vicky Dávila es una de las periodistas más importantes e influyentes del país. Ha construido su carrera en tres décadas, empezando como reportera rasa hasta llegar a ser directora de noticias de varios medios y ahora directora de la revista Semana. Hay que tomarla en serio en cuanto al periodismo, así a uno no le guste, a mí no me gusta. Recuerdo su sección “La cosa política” en el noticiero de televisión de RCN, hace más de diez años, en la cual presentaba chismes insulsos de los políticos y altos funcionarios y finalizaba diciendo con voz repelente “La cosa política seguirá moviendo…sé”. También me parece que es poco profunda, a veces banal, y con un sesgo marcado a la derecha.
Su posición actual en la revista Semana le ha significado la consolidación de su carrera, y sobre todo mucho poder. La transición política de un gobierno de derecha, que la revista y ella apoyaban, a uno de izquierda, que Semana y Vicky atacan obsesivamente, la ha colocado en una posición novedosa que le ha traído cambios profundos a la periodista, el más notorio que la mencionen como posible candidata presidencial, lo que ella no desmiente y da puntadas para pensar que sí desea.
La metamorfosis de Semana desde 2019 es el sustento para la posición y posibles aspiraciones de Vicky. La revista por décadas propiedad de Felipe López fue vendida al grupo económico Gilinski y su máxima orientación la da Gabriel Gilinski, un joven multimillonario con muy poco arraigo con el país, gran admirador de Trump y cuyo sueño con la revista es convertirla en algo similar a Fox News, la empresa noticiosa de la extrema derecha en Estados Unidos. Y parece que van por buen camino, pues la línea editorial de Semana, que ya es multimedia, está en ese espectro ideológico y su amarillismo y sensacionalismo es su sello.
La candidatura de Vicky tiene dos problemas serios: ella no tiene los quilates, el peso específico para dirigir el Estado colombiano; por el contrario es ligera, sin la formación y perspectivas requeridas para el oficio. Su nombre como candidata, y otros más, como por ejemplo el del senador JP Hernández, revelan la banalización de la política como fenómeno contemporáneo. Adicionalmente, la figura de los Gilinski detrás de ella aumenta las preocupaciones por su posible candidatura, pues los enormes intereses económicos de esta familia harían mucho ruido en un posible gobierno suyo. Ya está probado que han utilizado a Semana para promover sus negocios, por ejemplo en el pulso por Nutresa.
Y hablando de posibles candidatos, y así como Vicky se balancea entre el periodismo y su aspiración, el presidente de la ANDI, Bruce McMaster, hace lo propio entre el ejercicio gremial y una eventual candidatura suya. Últimamente sus manifestaciones públicas oscilan entre las de quien representa intereses y posturas sectoriales y quien presenta una plataforma para un gobierno. Es sintomático que no hayan invitado al presidente Petro a la última asamblea del gremio, rompiendo una larga tradición institucional, y que el discurso final de McMaster no tuviera la estructura de una posición gremial y fuera más la declaración de un candidato en potencia.
Nota: por fortuna Kamala Harris hizo de Trump ropa de trabajo en el debate de hace dos días. Por fortuna para el mundo, pues Trump es un enfermo mental.