Quienes vivimos en Manizales y experimentamos lo que fue la erupción del Volcán Arenas del Nevado del Ruiz en 1985, hemos aprendido a convivir con todas sus manifestaciones por casi 4 décadas. Tiene épocas de quietud, otras de movimiento en las que se asoma con belleza la fumarola y otras de actividad mucho más intensa. Nada ha pasado en estos 38 años. Hasta ahora, pues estamos en un verdadero riesgo de erupción, como cuando el agua está a punto de hervir y las primeras pequeñas burbujas empiezan a aparecer en la superficie. Tanto en el volcán como en el agua todo depende de si el fuego que hay debajo sigue encendido o si se apaga o merma. Hoy lo único que hay es incertidumbre.
Esta manifestación geológica del volcán viene a reavivarse en un gobierno que se le parece. Así como el Observatorio Vulcanológico ha registrado miles de microsismos en las últimas semanas alrededor del Nevado, los medios nos dan noticia a diario de los anuncios presidenciales que causan un remezón en la opinión pública, los ciudadanos y la economía. Petro tiene la necesidad de tener todo en vértigo, de que no pase un solo día sin que sus avisos, anuncios, críticas, diagnósticos y propuestas sean el titular de prensa. Con el tiempo que ha pasado de su mandato es un patrón que podemos dar por establecido y que durará muy probablemente hasta 2026. ¿Conviene gobernar así? Personalmente creo que no, que trae un sobresalto permanente y que desgasta las energías de la nación en debates estériles e innecesarios. ¿Se creerá el mismo presidente sus propuestas? A veces creo que sí, por disparatadas o riesgosas que parezcan. Pero algunos analistas serios sostienen que son globos al aire para distraer a la opinión en un preciso momento frente a situaciones que el presidente no quiere que esté puesta la atención. Tal vez esto último tenga algo de certeza, pero para mayor seguridad es conveniente seguirle la pista a sus anuncios, aunque sin obsesionarse con ellos.
Dos ejemplos. Hace tres días Petro dijo que no había plata para indemnizar a las víctimas del conflicto armado, y tampoco para hacer efectivo el acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las Farc. Que al paso que vamos, tardaremos 125 años en cumplir con estos compromisos. Y soltó la perla, el camino para cumplir era que el Banco de la República emitiera bonos para que el gobierno pudiera pagar su deuda con víctimas y sacar adelante el acuerdo. Se encendieron las alarmas, para algunos amarilla y para otros roja. Emitir dinero para simple y llanamente financiar gasto del gobierno es el camino más corto para una inflación desbordada y descuadernar una economía. Argentina y Venezuela saben bien del tema. La propuesta del presidente es un exabrupto que afortunadamente no tiene riesgo de convertirse en realidad. No sabe uno si él mismo se la crea, aunque hay que recordar que en sus tiempos de congresista no le disgustaba la idea de imprimir billetes para paliar crisis sociales. En este punto es cuando produce alivio saber que en este país hay instituciones con sus respectivas competencias, una de ellas el Banco de la República, que con la autonomía de su junta directiva evita que propuestas desquiciadas se conviertan en realidad, y que la realidad sea una pesadilla.
Este martes que pasó, el presidente condecoró a más de 70 policías por su comportamiento durante la toma que centenares de campesinos hicieron de un campo petrolero de la compañía Emerald Energy en San Vicente del Caguán, Caquetá. La violencia y destrucción ejercida por quienes realizaron la asonada fue seria. Los policías fueron secuestrados y uno de ellos asesinado. Este hecho reveló múltiples fallas del gobierno: por un lado una recurrente inasistencia a comunidades lejanas y marginadas y por el otro su incapacidad para actuar adecuadamente en crisis como esta. Tiene razón el presidente en que la no respuesta armada del Estado ante esta manifestación evitó muchas muertes; y que la calma y resignación con que actuaron los policías evitó mayores tragedias. Pero hay un pero grande, se oculta y disimula el ejercicio de la violencia por parte de civiles, el total irrespeto a las autoridades de policía y la incapacidad del Estado para actuar en un contexto tan delicado.
Día a día el presidente Petro genera un sismo, a veces pequeños, a veces más notorios. Ojalá nunca llegue una erupción. Nuestra institucionalidad hasta ahora ha demostrado tener buena salud.