En marzo de 2006, hace ya 17 años, empecé a escribir esta columna de opinión en el diario La Patria de Manizales, actividad que he desarrollado ininterrumpidamente todo este tiempo. Escribir una columna de opinión es algo paradójico: el ejercicio de escribirla, de sentarse al frente del computador, ocupa un tiempo determinado, por ejemplo entre dos y tres horas; pero en realidad aparece una nueva dimensión personal que penetra profundamente la mente y el corazón del columnista y pasa a ser, de muchas maneras, un oficio que está presente todos los días, en muchas actividades, lecturas, reflexiones, pensamientos y sentimientos. Casi todo puede volverse una columna. Contar con un espacio de opinión, con el cual hay que cumplir rigurosamente, implica un importante cambio en la vida. Y sin percibirse, se operan transformaciones íntimas en quien escribe. Bueno, por lo menos esa ha sido mi experiencia: después de unos años se observan maneras nuevas de pensar, de mirar y valorar muchas cosas en la vida.
Nicolás Restrepo Escobar hizo posible este proceso que se ha dado en mí, por lo cual tengo un agradecimiento eterno con él. A principios de 2006, luego de realizar cambios profundos en mi actividad profesional, y haciendo caso a la insistencia de mi mamá, siempre visionaria, para que escribiera, lo llamé un día cualquiera y le pregunté si era posible contar con una columna de opinión en La Patria. Su respuesta fue inmediata y positiva. Me sorprendió la facilidad de su aceptación a mi petición. Tal vez se debió a que entre 1993 y 1994 compartimos salón de clase en el programa de Alta Gerencia de la Universidad de Los Andes, lo que permitía algún tipo de conocimiento mutuo: de mi parte para llamarlo y hacerle la petición, de parte de él para aceptar. Entre 1994 y 2005 también compartimos algunos espacios o reuniones profesionales, y más atrás en el tiempo están los recuerdos del colegio: la primera vez que lo vi, Nicolás estaba en quinto elemental y yo en cuarto.
En estos últimos 17 años hemos estado ligados a través de la columna y uno que otro escrito adicional que haya publicado en el periódico. Además, algunas conversaciones personales para tratar temas de interés mutuo, y cuando nos hemos topado en Santágueda. Y en esta relación también ha operado la paradoja: los encuentros son esporádicos pero la sintonía es permanente.
En los 22 años que Nicolás ocupó la dirección de La Patria fue constante en él una característica fundamental y altamente positiva: su amplitud de criterio y profundo respeto por la variedad de pensamiento y opinión. Por mi parte, nunca recibí en estos 17 años una indicación suya sobre el contenido de la columna; ese silencio permanente es una manifestación del profundo respeto por la libertad de expresión, tan necesaria en la sociedad. Algunas veces me mandó una corta nota cuando la columna resonaba en él, lo cual siempre me llenó de alegría. El periódico fundado hace un siglo con el propósito de apoyar la candidatura presidencial del General Pedro Nel Ospina, quien sería presidente de 1922 a 1926, y que por muchas décadas militó con vehemencia en el partido conservador a través de su línea editorial, promulgando la ideología de este partido, hay que recordar a Los Leopardos, culminó con Nicolás el tránsito hacia un periódico librepensador, profundamente democrático, responsable y serio. Una manera de dirigir prudente, sosegada y firme al mismo tiempo, con amplitud de pensamiento, fue el sello que Nicolás imprimió en sus 22 años al frente de La Patria para lograr el tránsito de un periódico de partido a uno para la sociedad entera.
La importancia de La Patria para la ciudad y el departamento la podemos medir con una pregunta ¿Cómo serían las cosas si el periódico no existiera? En el caos informativo que existe hoy, nada bueno vendría si La Patria no saliera todos los días.
Ante su retiro del cargo y por todo lo anterior, muchas gracias a Nicolás por estos últimos 22 años. Muchas gracias Señor Director.