El debate sobre el potencial del mindfulness entre los jóvenes está tomando fuerza, pero también está generando interrogantes sobre su efectividad y su aplicabilidad en el entorno educativo del país. Algunas investigaciones y autores internacionales advierten que si bien el mindfulness puede ser efectivo para algunos, no es una solución universal, por lo que se debe revisar el contexto colombiano; es decir, que es esencial identificar quiénes pueden beneficiarse de esta práctica y cómo puede ser mejor implementada en el sistema educativo.
El mindfulness, una práctica ancestral de atención plena, ha ganado popularidad en la psicología occidental en las últimas décadas, pero a pesar de su creciente reconocimiento, su adopción en las aulas enfrenta distintos desafíos que no deben dejar de verse por una imposición del mercado mundial. Algunos investigadores informan una participación mínima en las prácticas de mindfulness fuera del aula, lo que ha generado dudas sobre su efectividad y la motivación detrás de su implementación.
La eficacia de esta técnica oriental que actualmente se viene occidentalizando, ha sido respaldada por algunas corrientes científicas que sugieren un impacto positivo en el bienestar y en la reducción de la actividad cerebral asociada con la divagación mental. Sin embargo, para maximizar su efectividad en este país, se precisa diversificar las prácticas contemplativas disponibles para adaptarse a las necesidades individuales de los estudiantes en el contexto cultural, porque de no hacerlo, estaremos comprando una técnica por imposición del sistema intelectual.
Por otro lado, la procrastinación es el hábito de postergar tareas académicas o responsabilidades relacionadas con el aprendizaje, pero a pesar de conocer su importancia y urgencia, es un fenómeno común entre los jóvenes colombianos que surge como tema relevante en este debate. Factores como el perfeccionismo y el miedo al fracaso pueden alimentar este comportamiento evasivo, marcando la importancia de abordar las emociones subyacentes en el entorno educativo del país. En este contexto, las palabras de Buda cobran relevancia: “La paz viene de dentro. No la busques fuera”. Esta reflexión invita a considerar el papel del mindfulness como una herramienta para cultivar la paz interior y la resiliencia emocional entre los jóvenes estudiantes. Históricamente, el mindfulness tiene raíces profundas en la tradición budista, pero su adopción en la psicología occidental ganó impulso en la década de 1970 con el trabajo de Jon Kabat-Zinn.
Desde entonces, numerosos estudios han respaldado sus beneficios para la salud mental y emocional, especialmente en el contexto educativo. Si bien esta técnica ofrece promesas en el ámbito juvenil colombiano, su implementación efectiva y su impacto generalizado requieren una comprensión más profunda de sus beneficios y desafíos en el contexto específico del país. Los educadores y expertos en salud mental están llamados a desempeñar un papel crucial en la identificación y el abordaje de estas cuestiones para mejorar el bienestar y el rendimiento académico de las personas.
Es fundamental que en el colegio los estudiantes desarrollen una conciencia auténtica de sus hábitos de postergación y comprendan las repercusiones negativas que estos pueden tener en su rendimiento académico. Sin embargo, la simple conciencia no es suficiente; se necesita un compromiso activo para implementar estrategias efectivas de gestión del tiempo y enfrentar las causas subyacentes de la procrastinación. Los educadores desempeñan un papel crucial al proporcionar orientación y apoyo, así como al fomentar un ambiente de aprendizaje que promueva la responsabilidad y la autodisciplina, ya que solo a través de una colaboración estrecha y una acción concertada, se pueden superar los desafíos asociados con la procrastinación y cultivar hábitos de estudio más efectivos y productivos. Por tales motivos el agenciamiento del mindfulness debe ser mirado con sospecha por la escuela.