Ya llevamos 15 reformas tributarias en los últimos 25 años, con la gravedad de que la tributaritis se ha acelerado: Santos en ocho años hizo cuatro, Duque en cuatro años hizo tres, y, Petro en menos de dos años, ya va para su segunda. La mayoría empezaron con la promesa de ser estructurales, como esta, prometieron subir la renta de personas naturales para disminuir la exagerada renta corporativa. Según Germán Vargas, más de 70.000 colombianos emigraron del país para no ser cobijados por el código tributario. En vez de pensar cómo apretar tuercas a los asalariados, no hay mucho que hacerles, se debería pensar en el tema de fondo: acabar el concepto de ingreso global de renta para los colombianos. En otras palabras, hacer el ajuste, pero limitarlo a los ingresos derivados en el país para lograr atraer talento y reconstruir base tributaria.
Tan innovadores como sean los asesores de Minhacienda, por mucho tiempo mentes brillantes vienen asfixiando a grandes contribuyentes desde la DIAN para después ir a asesorarlos. Si bien el concepto de renta global existe desde 1974, en las últimas ocho tributarias una multiplicidad de multas, aumentos de impuestos, reglamentaciones antitécnicas y amenazas penales, hicieron a Colombia quedar 38 de 38 en el Índice de Competitividad Tributaria de la OECD. Tan “exitosos” fueron, que es probable que ningún gran contribuyente de persona natural todavía viva en el país o no haya pasado sus bienes a una sociedad en el exterior. Este proceso se aceleró cuando un falso temor de expropiación a la Venezuela del existente Gobierno, llevó a muchos a empezar estas maniobras no solo por razones tributarias, sino en defensa de su patrimonio.
Cuando un país solo tiene 12 convenios activos de doble tributación, donde ni siquiera está su principal socio comercial EE.UU., el cual no comparte información tributaria, residir en Colombia obliga a un empresario globalizado a pagar impuesto dos veces. Una inversión en la Florida paga impuesto en EE.UU. y después en Colombia por la misma utilidad. Para aquellos colombianos cuyos impuestos genuinamente mueven la aguja fiscal, vivir en Colombia cuesta mucho. Los que se rehúsan a irse, muchas veces pasan sus activos a empresas en el exterior. No es que la nueva reforma tributaria nos vaya a empujar al precipicio, es que ya estamos en caída libre y no hay paracaídas. Sin meterse en la complejidad de deducciones, ingresos declarados por personas naturales de rentas internacionales son $159 mil millones, la medida en el mejor de los casos recauda $55.500 millones. Puede que suene mucho, pero es ínfima en un presupuesto de $502 billones. Pagar solo por ingresos nacionales en persona natural haría al país más atractivo. Para nuestra diáspora, el ingreso global les hace prohibitivo regresar a Colombia, aún ya pensionados. Sobra decir, no somos competitivos contra destinos de segundas viviendas como Panamá o República Dominicana.
Ser competitivos no solo frenaría el desangre migratorio, inclusive si es bien diseñado, podría atraer personas de otras jurisdicciones. Atraer a los colombianos de los más altos ingresos no solo mejoraría impuestos al pagar otros tributos, sino que mejoraría el emprendimiento. El beneficio tributario es mínimo para una medida que expulsa talento, obviamente hay mucho consultor que depende de ella.