Usualmente, cuando hay frenos económicos, los gobiernos nacionales crean programas anticíclicos, fomentan la inversión en infraestructura o vivienda para lograr crecimiento y empleo. En este momento en Colombia pasa todo lo contrario, la más baja ejecución presupuestal en 15 años contribuyó al colapso del sector vivienda, en el que las ventas se desplomaron en un 45% durante 2023. Así, como Enrique Peñalosa, con su masiva ejecución, salvó la economía al final de los 90, los nuevos mandatarios locales van a tener que hacer lo mismo, pero esta vez sin recursos de la Nación. Esto no es una invitación a mandatarios locales para repartir subsidios empresariales, sino para que faciliten permisos y trámites, en la búsqueda de incentivar la inversión privada. La economía necesita algún aliento.
Usualmente hay un ciclo económico que coincide con las fechas electorales de los mandatarios, pero a la inversa, se necesita un tiempo para que nuevos mandatarios formulen su plan de desarrollo y estructuren proyectos. Mientras los gobernantes ejecutan mucho en su cuarto año cuando van de salida, al entrar se demoran para despegar. Lo preocupante es que la economía pierde ese viento de cola, el crecimiento del 0,6% de 2023 se dio cuando todavía había crédito bancario, inversión de hidrocarburos, proyectos del anterior Gobierno en infraestructura, y los alcaldes ejecutando a plena marcha.
Si bien en el año 2024 los mandatarios locales deben estructurar y viabilizar proyectos, también es prioritario que simplifiquen permisos y licencias para que los privados puedan invertir en sus territorios. Aunque no es visto tradicionalmente como su función, se va a volver necesario atraer la inversión de centros comerciales, barrios residenciales, hospitales o zonas francas, si pueden avanzar en viabilizar proyectos, actividad que el Gobierno hace mejor que el sector privado, con permisos ambientales, cambios del uso de suelo, planes parciales o garantizando disponibilidad de agua. Estos avances no solo serían muy bien remunerados por el sector privado, sino que darían un mensaje claro en relación a que los proyectos no van a morir en el laberinto de los mandos medios.
La idea no consiste en regalar subsidios al sector privado ni repetir la trágica historia del Estado en sus emprendimientos, pero sí facilitar la inversión privada. La normativa de las Alianzas Público Privadas resultó demasiado onerosa para las entidades territoriales, solo los megaproyectos pueden asumir los costos asociados. Lo que está dando resultados son las empresas mixtas, en las que las entidades territoriales aportan lotes o activos existentes para ser dinamizados por inversión privada. Con especial éxito estas modalidades se pueden dar para servicios públicos, telecomunicaciones, salud, o vivienda. La entidad territorial retiene utilidad y mantiene el control en la empresa, pero permite el desarrollo. Es mejor la mitad de algo que 100% de cero.
Si en el marco de estos ejercicios aparecen “vacas”, estas son bienvenidas. En Antioquia y el Eje Cafetero no son nuevas, el aeropuerto de Pereira es un ejemplo de este civismo. De la misma manera, las colectas lideradas por los comités de Cafeteros construyeron muchas de las vías terciarias de la región. Cualquier ayuda sirve porque ni 2024 ni 2025 pintan bien.