William E. Dodd, historiador y embajador de los Estados Unidos en los años 30 en Alemania, luego de la invasión nazi a Polonia en 1939, le escribió una carta al presidente Roosevelt en la que le dijo que “la guerra podría haberse evitado si las democracias europeas hubieran actuado juntas, habría sido posible, ahora es demasiado tarde”, como menciona el documental ¿Se podría haber frenado a Hitler? de la DW. Por extensión, podríamos preguntar ¿qué hubiera pasado si Hitler hubiera ganado la guerra?
Sin importar el fracaso de Napoleón, hasta 1980, se habían publicado 220.000 libros y artículos sobre él y su imperio, según afirma David Bell. Y ¿si hubiera triunfado en su invasión a Rusia en 1812? Además de más artículos y libros, quizás existiría en el inmenso territorio ruso varias repúblicas pequeñas afrancesadas o germanizadas, fáciles hoy de “aquietar”. ¿Y si Fidel Castro, quien amaba el beisbol en su juventud, no se hubiera interesado por la política?, ¿y si el yate Gramma, donde viajaba Fidel, su hermano Raúl y los 85 pasajeros, hubiera naufragado y se hubiesen ahogado? ¡No se hubiese producido la revolución cubana! Y si no hubieran matado a Kennedy, ¿se hubiese terminado antes la guerra de Vietnam?, y ¿si Volodir Zelenski hubiese seguido su exitosa carrera de cómico de la televisión ucraniana?, ¿qué hubiese pasado?
En el ámbito nacional, las preguntas amargas serían: si no hubieran matado a Gaitán, ¿qué país fuera hoy Colombia?; y si no se hubiera dividido el partido liberal, ¿hubiese ganado las elecciones presidenciales Gabriel Turbay?
Más cerca de nuestro pasado reciente, las respuestas a las preguntas cobran más vehemencia: ¿qué hubiera pasado si Óscar Ivan Zuluaga hubiera ganado las elecciones?, y ¿si el Ingeniero le hubiera ganado a Petro?
Todas son preguntas típicas, como la que encabeza este artículo, de la historia contrafactual que ahora está de moda en Europa y Estados Unidos. Reducir los procesos históricos a personalidades que, aunque hayan sido muy carismáticas, no corresponden a un análisis riguroso. Por eso este tipo de historias es que se presentan en forma de “ensayos” de todo tipo de especulación, como nos aclara Richard J. Evans.
La historia alternativa, la que no sucedió, según Evans, son expresiones de deseo “impulsada por creencias y motivos políticos”. El origen de hacer historia de un pasado que no existió y de buscar alternativas inimaginadas, según el experto en historia de la Alemania nazi como es Evans, se remonta al fin de las ideologías, de los ismos, e hizo que la historia se volviera “algo abierto”, en lo que se ha cuestionado la verdad histórica y se puede hablar de lo que sea. Así, existen historias del paseo de la olla santafereña; por lo que cada vez los títulos de ciertas obras históricas se parecen más a los de la literatura. Por ejemplo, un creador de ficciones como es el escritor Héctor Abad Faciolince todos los domingos se ha referido, en sus columnas, a la historia rusa y soviética con una levedad que jamás haría un investigador serio.
Además, el cine ha roto un gran dique que hace que la historia contrafactual se haga atractiva y encontremos películas como Corre, Lola, corre (1998), en la que Lola ayuda a su novio en el asalto de un banco para que, finalmente, acorralada por la policía cae de un balazo mortal; pero que al instante vuelve en el tiempo y repara su trágico pasado y la historia que habíamos visto la volvemos a ver “corregida”, por lo que se genera una alternativa. También en el reciente cortometraje Dos completos desconocidos (2020), en el que un joven afroamericano se despierta una y otra vez de una pesadilla que relata historias alternativas sobre su propia muerte, causadas por el mismo policía racista.