La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Mundial (BM) coincidieron esta semana en señalar que el crecimiento económico de Colombia este año estará muy por encima de los pronósticos iniciales, y que se ubicará entre los mejores de América Latina y el mundo. Mientras que Colombia sería el país miembro de la OCDE que más crecería con un 6,1%, según sus proyecciones, el BM también revisó al alza su pronóstico al pasar del 4,4% al 5,4%.
Evidentemente los buenos precios del petróleo durante este año han servido para elevar las expectativas, pero es indiscutible que el manejo dado a la economía desde el Gobierno durante la pandemia de covid-19 resultó bastante acertado. Las políticas de reactivación impulsadas desde el orden central han sido claves para que las distintas variables económicas se muevan de manera favorable, a lo que se suma la resiliencia del sector productivo que soportó el fuerte impacto y se repuso con mayor rapidez que en otros países.
De hecho, el BM destacó que el producto interior bruto colombiano duplicará el del conjunto de Latinoamérica, lo que debería generar optimismo en el futuro de la economía nacional, y llevar al país a entender que el rumbo fijado es acertado. Es innegable que falta mucho aún para recuperar los empleos perdidos durante la emergencia sanitaria, pero también es verdad que el avance en esa dirección es positivo. Se tienen desafíos en el camino hacia una mayor equidad en los ingresos de los colombianos, lo cual será posible concretar en la medida en que el crecimiento económico se pueda consolidar.
Hay que tener en cuenta que el logro de Colombia es bastante destacable, en medio de la realidad de una economía mundial golpeada no solo por los efectos de la pandemia y la crisis de los contenedores, sino de la invasión rusa a Ucrania, lo cual ha tenido impactos directos en el mercado de hidrocarburos, fertilizantes y alimentos, entre otros. Inclusive es muy buen síntoma que la inflación empiece a ceder, y que los productos de la canasta familiar tengan una tendencia hacia la baja.
Los colombianos debemos ser concientes de que esta es la realidad, que el país va bien, que la economía se está recuperando y que es necesario mantener ese rumbo sin cambios súbitos que pongan en riesgo el futuro, sin afectar la institucionalidad y con garantías de respeto a las reglas de la democracia. Sin duda hay que atender con urgencia la prioridad de luchar contra la pobreza que también creció durante la pandemia, pero debe hacerse aplicando fórmulas realizables, sostenibles fiscalmente y sin perder el rumbo de crecimiento.
La OCDE señala con claridad que en Colombia los ingresos fiscales, que se sitúan en el 20% del PIB, son insuficientes para atender todas las demandas sociales y preservar la necesaria inversión pública en infraestructuras, educación y sanidad, a lo que se suma que los altos impuestos para las sociedades reducen los incentivos a la inversión y que solo el 5% de los colombianos paga impuestos en una medida justa. Por eso es fundamental implementar algunos cambios estructurales orientados a lograr un crecimiento más equilibrado y sostenible, a la vez que una mayor productividad industrial.