Cada día se reconfirma que quien escoge el destino de la guerra tarde o temprano muere en su ley y mucho más temprano que otros que prefieren el camino de la paz. La muerte de Miguel Botache Santanilla, alias Gentil Duarte en Venezuela, en zona limítrofe con Colombia, al parecer en un atentado que le hizo otra organización criminal que delinque en esa zona, se suma a las de alias Jesús Santrich, Romaña y el Paisa, todos ellos exmiembros de las desmovilizadas Farc, que prefirieron mantenerse en el terreno del crimen, sin darle oportunidad al cambio de vida.
Alias Jhon Mechas también habría caído al lado de Duarte, durante una explosión ocurrida el 4 de mayo en el estado de Zulia. Al parecer el ataque lo habría perpetrado el grupo comandado por alias Iván Márquez, quien está al frente de la llamada “Segunda Marquetalia”, en alusión al origen de las desaparecidas Farc. Como siempre ocurre en estos casos, siempre surge quien reemplace al cabecilla, y ya Néstor Gregorio Vera Fernández, alias Iván Mordisco, quien tiene fama de sanguinario, salió a reclamar el mando.
Otra constante en estos casos es que estos cabecillas de la delincuencia perdieron su vida en el vecino país, y no propiamente en combates con militares venezolanos que los estuvieran persiguiendo, sino en hechos similares en los que las disputas por las rutas del narcotráfico son el principal botín. Si bien no puede afirmarse categóricamente que el gobierno de Nicolás Maduro los protegía, lo que sí es claro es que estos criminales colombianos se movían con sus ejércitos sin impedimentos por territorio venezolano y en permanente disputa.
Además de las disidencias de las Farc, el Eln y otras bandas criminales hacen presencia en la frontera y mantienen en permanente zozobra amplios territorios en los dos países, entre ellos el departamento de Arauca, en Colombia. Ese es evidentemente un corredor estratégico para conectar la producción de coca, con los lugares de procesamiento y de comercialización de la cocaína que esos grupos le venden a carteles como los mexicanos, que llevan el alcaloide a Europa y Estados Unidos. Para estas bandas el control territorial allí es vital. Sería conveniente buscar entendimientos diplomáticos con Venezuela e intentar un trabajo conjunto por la seguridad en la frontera.
Otra banda criminal que hace presencia en la zona y también participa del baño de violencia permanente que allí ocurre es el Clan del Golfo, al que las Fuerzas Militares le dieron un nuevo golpe ayer, con la baja de Juan Larinson Castro Estupiñán, alias Matamba, cabecilla de esa organización que se había fugado el 18 de marzo de La Picota, y que se escondía en un paraje rural de Santander.
Según la Fiscalía, Matamba, quien estaba pedido en extradición por los Estados Unidos, habría pagado 5 millones de dólares a los guardias para que le facilitaran la huida, pero con su muerte desapareció cualquier posibilidad de corroborarlo. Así, de una manera u otra, siguen cayendo los cabecillas del crimen, aunque sería mejor que pudieran ser capturados para que recibieran el respectivo castigo impuesto por la justicia colombiana.