Cuando se creía que el fenómeno de las personas que morían en distintas circunstancias, generalmente violentas, y luego no era posible identificar podría comenzar a descender, tras el regreso de la paz relativa a Caldas, como resultado de la desmovilización de los grupos paramilitares y de la guerrilla de las Farc, la realidad es que esa tragedia va en aumento, como se desprende de las estadísticas manejadas por Medicina Legal, en las que se evidencia que de 643 cadáveres sin doliente que se contabilizaban en el 2018 se pasó a 790 este año.
De acuerdo con una alerta temprana de la Defensoría del Pueblo, esta situación podría estar ligada a una reconfiguración de grupos armados ilegales en algunos municipios caldenses, entre ellos La Dorada, a los cuales se les debe prestar atención especial por las autoridades, y dejar de limitarse a responder que somos un remanso de paz en el que nada pasa, cuando evidencias como esta muestran que hay fenómenos que no logran ser explicados con claridad. El hecho de pasar de 72 cadáveres sin identificar en La Dorada en el 2018 a 190 este año es elocuente, y deben averiguarse muy bien sus causas.
No se puede subestimar ninguna de las hipótesis que pueden tejerse alrededor de estos casos, como que esos cuerpos pertenezcan a personas reportadas como desaparecidas en otros lugares, o que también correspondan a cadáveres rescatados de los ríos que cruzan la región, o cualquier otra posibilidad que seguramente entes como la Fiscalía pueden indagar de manera más profunda, para establecer algunas coincidencias y móviles que brinden mayores claridades.
Es fundamental que se establezcan cruces de información adecuados entre las denuncias por desaparición y los cadáveres hallados y que en buena medida permanecen en las morgues, e inclusive buscar puntos de unión con denuncias instauradas en otros departamentos. También los familiares de personas dadas por desaparecidas deben buscar la manera de que se contraste la información de sus familiares con la de los cadáveres, y aunque resulte doloroso establecer con certeza si corresponde a quienes murieron en circunstancias inciertas.
Insistimos en que lo clave ahora es que las autoridades hagan los análisis respectivos y se busque identificar patrones de violencia que estén ocurriendo y que sea necesario intervenir para cortar sus consecuencias funestas para cientos de familias en la región. Lo que ocurre en La Dorada, por sí solo, merece que se observe en detalle lo sucedido y se trate de develar la dura realidad que se lee en esas cifras de N.N.
Además, hay que tomar en cuenta que hoy en Caldas siguen desaparecidas 2.241 personas, de las cuales 458 habrían obedecido a desapariciones forzadas, según cifras de Medicina Legal de la última década. Son cifras que se mantienen en ascenso, infortunadamente, porque cada semana siguen llegando nuevos reportes de personas que salieron de sus casas y no regresaron.