El costo de los alimentos sigue causando el mayor impulso para el crecimiento de la inflación en Colombia, que al cierre de septiembre se ubicó en su nivel más alto en este siglo, con un acumulado interanual del 11,44%, una cifra que no se veía desde 1999, cuando se afrontó la peor crisis financiera en el país. Hace un año la inflación acumulada fue del 4,51%, lo que evidencia el deterioro. En solo septiembre la inflación fue del 0,93%, y de enero a septiembre alcanzó el 10,08%. En Manizales no estamos tan mal (9,57% en lo que va del año), pero la tasa de septiembre fue del 1,41%, por encima del promedio nacional.
Los alimentos representaron en septiembre poco más del 26% del peso total en la inflación, lo que también evidencia el perjuicio a los hogares, principalmente los de más bajos ingresos económicos. Productos como los huevos, el arroz, el pan y las frutas frescas acumulan una inflación cercana al 30%. De hecho, sin los alimentos la inflación acumulada de los primeros 9 meses del 2022 sería de 8,32%, que de todos modos es bastante alta. En esta cifra también están contenidas las alzas en los servicios públicos, segundo ítem con mayor incremento (15%).
Ahora bien, estamos ante un fenómeno que no es exclusivo de Colombia, sino del mundo entero en proporciones diversas. En América Latina países como Brasil, Chile y Perú tienen también graves problemas con la inflación. En Colombia, como en muchos países, incluido Estados Unidos, donde la inflación también ha subido de manera exagerada (cerca del 9%), las medidas de contención se resumen en alzas en las tasas de interés, pero los resultados no han sido los esperados.
La realidad es que, en medio de este panorama, la economía mundial se encamina hacia una recesión casi segura, lo cual, si se da cuando la inflación se mantiene incontenible, configuraría el peor escenario, con impactos negativos para el mundo entero, y Colombia no estaría libre de tales repercusiones. Pareciera que seguir subiendo las tasas y encareciendo los créditos no es un remedio muy apropiado para el momento que estamos viviendo. Sin que el presidente Gustavo Petro tenga necesariamente la razón al criticar la decisión del Banco de la República de subir al 10% las tasas de interés interbancario, sí es importante señalar que, así como lo hizo el expresidente Iván Duque, en su momento, es legítimo expresar desacuerdos, y no simplemente aceptar sin reparos lo decidido por el Emisor. Su necesaria independencia no implica que no pueda ser criticado, más cuando parece evidente que la fórmula del alza de tasas no está funcionando y podría generar otro tipo de problemas, como una recesión más profunda. El Banco se defiende señalando que hay un elevado consumo en los hogares, incrementos de las tasas de interés externas y volatilidad de los mercados financieros internacionales.
Lo que tampoco puede hacerse, y en eso se equivoca Petro, es pensar en gravar remesas, porque el efecto inmediato, como se vio cuando habló de eso, es que el peso se devalúe más, lo cual también puede tener efectos negativos para la economía. En el actual entorno económico hay que tener mucha cautela con declaraciones que aumenten el nerviosismo, y por el contrario hay que tomar medidas y hacer anuncios que, realmente, brinden tranquilidad. De igual manera, en el alza del salario mínimo para el año entrante hay que ser muy cuidadosos.