Hace tres días el gobierno del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, anunció el levantamiento de algunas sanciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro, de Venezuela, y dijo que autoriza el diálogo de la estadounidense Chevron con la estatal venezolana PDVSA acerca del petróleo. Esta decisión ocurre en medio de la crisis energética desatada por el conflicto entre Rusia y Ucrania que afecta gravemente el mercado de los hidrocarburos.
Hay que recordar que hace unas semanas, luego de la reunión de funcionarios de la Casa Blanca con Maduro, fueron liberados dos estadounidenses que estaban detenidos en el país suramericano, y las aproximaciones entre los dos países se despejaron. Esto también abrió el camino para los diálogos entre Maduro y sus opositores, que desde el año pasado comenzaron en México y que luego fueron suspendidos. También, recientemente, se anunció la flexibilización de las sanciones de Estados Unidos a Cuba, lo cual viene generando fuertes reacciones de los republicanos contra el gobierno de Biden.
No obstante, después del fracaso del llamado cerco diplomático contra Venezuela, y de las fuertes presiones que ejerció el pasado presidente estadounidense Donald Trump, es importante ensayar el camino de la diplomacia para lograr el objetivo principal, que debe ser la realización de unas elecciones democráticas, transparentes, con presencia de veedores internacionales y con garantías de un sistema electoral sin sesgos, en las que los opositores tengan la posibilidad de competir sin manipulaciones en contra.
La verdad es que las sanciones económicas, más que afectar a los gobiernos de esos países, han tenido efectos muy negativos para los ciudadanos, que son los que reciben los impactos más fuertes y los llevan a crisis humanitarias. En el caso venezolano, Colombia ha tenido que soportar los efectos de una migración masiva causada por las malas políticas del gobierno chavista y los efectos de las sanciones económicas. Estamos en mora de apoyar salidas que conduzcan a la solución de los múltiples problemas que tenemos en la frontera.
Todas estas decisiones de Biden buscan evitar un posible complot, orquestado por el presidente mexicano Andres Manuel López Obrador, a la próxima Cumbre de las Américas, en suelo estadounidense (6 al 10 de junio en Los Ángeles). El líder mexicano exige que a la reunión sean invitados Cuba, Venezuela y Nicaragua, lo cual resulta bastante difícil en el actual contexto político. Sin embargo, buenas señales de respuesta desde Caracas, La Habana y Managua acerca de posibles aperturas democráticas, podrán ser útiles para todo el continente.
Las decisiones del presidente estadounidense se dan en medio de una gran baja de popularidad de su gobierno, lo que podría hacer que el panorama de aceptación mejore, pero también puede lograr el efecto contrario. Para América Latina es un panorama contradictorio, porque no pueden aceptarse como legítimos los gobiernos dictatoriales, pero sí es necesario ensayar fórmulas distintas para lograr que regrese la democracia a todo el continente.