Desde Caracas, al mediodía del martes, el Gobierno Nacional y delegados del Eln anunciaron que en la primera semana de noviembre próximo se retomarán los diálogos, con el propósito de avanzar hacia la paz total que viene promoviendo el presidente, Gustavo Petro. La idea es que las conversaciones acojan lo ya avanzado hasta enero del 2019 cuando el proceso se rompió, debido al atentado de esa guerrilla contra la Escuela de Cadetes General Santander, que dejó 22 muertos y 62 heridos.
Este reinicio de conversaciones debe considerar que el cese al fuego de los elenos sea real, y que el país no tenga que sufrir nuevos ataques irracionales como el de la Escuela de Cadetes. Solo con la voluntad de paz real puede buscarse que las negociaciones terminen con un acuerdo que sea avalado por la sociedad colombiana y que permita un tránsito real hacia la desmovilización y el abandono de armas de esa guerrilla, como se necesita. También es fundamental que esa voluntad de paz se refleje, por ejemplo, en la liberación de las personas que tienen secuestradas.
Se conoce que el Eln es una guerrilla muy diferente a las Farc, en el sentido de que no cuenta con un mando central reconocido por todas las estructuras, lo que hace que estos diálogos sean complejos, y que haya incertidumbre acerca de la posibilidad de éxito que pueda alcanzarse. Los voceros de esa agrupación tienen la responsabilidad de concentrar las voluntades de todas esas facciones y lograr que su discurso en la mesa sea unificado, para que realmente valga la pena este esfuerzo.
Otro punto que genera inquietud es que Cuba y Venezuela estén entre los países garantes, pues no es un secreto su cercanía con ese grupo guerrillero. Tranquiliza, por otra parte, la presencia de Noruega y de las Naciones Unidas, con lo que se espera un proceso serio, que ojalá avance con fluidez y que obtenga resultados satisfactorios.
El asentamiento en Venezuela de varios frentes de esa guerrilla, y en particular la incertidumbre del compromiso del comandante “Pablito”, quien maneja el brazo militar más beligerante, con este proceso, son elementos que harán más complejas las negociaciones, que en esta última etapa se iniciaron hace 10 años, pero que durante más de tres décadas se han intentado culminar con el reintegro a la vida civil de los miembros de esa agrupación insurgente.
El gobierno de Gustavo Petro también debe basarse en los parámetros ya establecidos en el acuerdo de La Habana, y evitar excederse en gabelas en las conversaciones que vienen, no solo con los elenos, sino también con las otras estructuras criminales que deben seguir solo el camino de sometimiento a la justicia ordinaria, con algunos ajustes que resulten pertinentes, tras su compromiso de verdad, reparación y no repetición, que debe ser el principio a mantener so pena de perder cualquier beneficio pactado.
Los colombianos tenemos el derecho a soñar en un país alejado definitivamente de la violencia, en el que las guerras no se sigan reciclando y, simplemente, cambiando los nombres de los protagonistas para caer en mayores barbaries. Aún con gran desconfianza, esperamos que después de numerosos intentos fallidos, esta vez sí llegue la desmovilización del Eln.
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