En su discurso de posesión en la Plaza de Bolívar, el presidente Gustavo Petro habló acerca de un catálogo de compromisos por los que trabajará durante los próximos cuatro años, y en los que destacó la búsqueda de una paz verdadera y definitiva en Colombia. También se refirió a su intención de lograr el entendimiento con los colombianos de todas las tendencias de pensamiento, y que en unión el país pueda superar sus principales dificultades.
En lo que llamó el decálogo de compromisos, al lado de su propósito de paz, también mencionó el cuidado de las personas marginadas, el gobierno con y para las mujeres, el diálogo con todos sin exclusión, el estar dispuesto a escuchar a todos, la defensa de los colombianos para que se sientan seguros, la lucha contra la corrupción, la protección del suelo y de los recursos naturales, el desarrollo de la industria, la economía popular y el campo, y el cumplimiento y respeto por la Constitución Nacional.
Sería ideal, sin duda, que los colombianos podamos avanzar rápidamente hacia escenarios de reconciliación, en los que queda atrás para siempre la historia de violencia que infortunadamente nos ha acompañado por décadas, y que se logren acuerdos sobre lo fundamental, como lo decía el inmolado líder Álvaro Gómez Hurtado, para que el futuro de Colombia tenga como base principal el entendimiento y la paz.
En ese sentido es clave que el proyecto de reforma tributaria presentado ayer a consideración del Congreso de la República tenga un debate serio y riguroso, para que no solo se garanticen los recursos para financiar todas las iniciativas sociales que el nuevo gobierno considera fundamentales, sino que lo aprobado también garantice la sostenibilidad en el crecimiento y en la generación de nuevas y mejores oportunidades para todos.
La ceremonia de posesión del nuevo mandatario, que fue convertida en una especie de fiesta cultural, estuvo cargada de simbolismos acerca del pasado y presente del país. Uno de esos puntos que Petro resaltó fue el hacerse acompañar en su investidura de la espada del Libertador Simón Bolívar, que inexplicablemente el saliente mandatario, Iván Duque, no permitió que saliera hasta el último minuto de su gobierno. Una buena manera de comenzar a tejer aires de entendimiento habría sido haber accedido a lo que finalmente el nuevo presidente concretó con la exposición pública de la espada libertadora.
Esperamos que la esencia del discurso, que tuvo un tono conciliador y mesurado, se mantenga en su ejecución durante estos cuatro años, y que al final de su mandato los colombianos puedan afirmar sin dudas que su elección fue acertada. Son muchas las variables en juego, como las políticas en materia de seguridad y defensa, así como las relaciones con Venezuela y la lucha contra el narcotráfico, por ejemplo, pero ojalá los cambios que vengan logren en realidad el efecto de construir un mejor país.
En el caso de Caldas es fundamental que se aclare el camino que permita sacar adelante, lo más pronto posible, el proyecto del Aeropuerto del Café, y que otras iniciativas de infraestructura como la mejora de la vía Manizales-Mariquita ingresen al paquete de prioridades para el Gobierno. Ojalá que los caldenses que quedaron en altas posiciones en el gabinete ayuden a que estos sueños se concreten.