Tras la muerte de su madre, Isabel II, el sábado asumió el principal cargo en la realeza y la jefatura de Estado del Reino Unido quien ahora es llamado Carlos III. En ceremonia especial en el palacio de Saint James fue proclamado rey, y luego en el de Buckingham fue acompañado por las principales figuras políticas y religiosas del país.
La monarquía, una institución que pocos países, sobre todo europeos, conservan, les da pocas responsabilidades de gobierno la sus regentes, y su figura se entiende más como el símbolo de unión entre diferentes nacionalidades que componen al Estado. La inglesa, la más tradicional en el mundo, y fue el estandarte del otrora gran Imperio Británico, del cual queda poco en la actualidad.
Hoy permanecen ligados a la Commonwealth, o Mancomunidad Británica, 15 países, entre los cuales hay varias islas en el caribe como Jamaica y Bahamas, así como Canadá en Norte América, y Australia y Nueva Zelanda en Oceanía. Comparten, además de una integración económica fuerte, el reconocimiento del rey como figura que los integra y une en su historia.
Por lo pronto, Carlos III ha manifestado su deseo de seguir los pasos de su madre. En su discurso durante el llamado Consejo de Ascensión dijo: “Me esforzaré en seguir su ejemplo inspirador”. Sus palabras destacaron el “ejemplo de vida de servicio social” e “inigualable dedicación” de Isabel II y aseguró que es “consciente de esta gran herencia y de los deberes y responsabilidades” que implica ostentar la corona. Lo cierto es que la fallecida reina, durante los 70 años que ocupó el trono, fue reconocida por su firmeza, pero a la vez calidez en las relaciones del Reino Unido con los principales líderes del mundo, y de Carlos no se tiene la mejor percepción en ese sentido.
Esa realidad innegable genera múltiples incertidumbres alrededor de lo que puede ocurrir bajo su reinado. La misma figura arrolladora de Isabel II, que incluso ya fallecida despierta mayores emociones entre los ingleses que se agolpan alrededor del palacio de Balmoral, en Escocia, donde murió el jueves, y que durante los 10 días de ceremonias para despedirla hará que las multitudes se concentren alrededor de su féretro, en el funeral de Estado, constituye un desafío para Carlos III, quien tendrá que demostrar que su vacío puede llenarse y emprender un buen camino para Inglaterra.
De hecho, ya movimientos republicanos se hacen sentir en Canadá y Australia, exigiendo cambios que podrían llegar a golpear la integridad del Reino Unido del cual todavía hacen parte, al lado de otros 13 países del mundo. En Australia se vivió un intenso debate al respecto a finales del siglo pasado y pese a que en un referendo realizado en 1999 la corona logró mantenerse al obtener el 55% de los votos, las controversias seguramente volverán y las posibilidades de triunfo de nuevo no estarían aseguradas.
Algo similar puede ocurrir en Canadá, Nueva Zelanda y países caribeños que podrían aprovechar la coyuntura para romper con la pertenencia a ese Reino. En Canadá esa idea puede tomar impulso, principalmente, en las provincias francófonas, como Quebec. Y en el caso del Caribe, ya el año pasado Barbados pasó a ser república independiente y su ejemplo puede extenderse a Jamaica, por ejemplo. En muchos aspectos vienen nuevos tiempos y grandes retos para el nuevo monarca de 73 años de edad.
Tras la muerte de su madre, Isabel II, el sábado asumió el principal cargo en la realeza y la jefatura de Estado del Reino Unido quien ahora es llamado Carlos III. En ceremonia especial en el palacio de Saint James fue proclamado rey, y luego en el de Buckingham fue acompañado por las principales figuras políticas y religiosas del país.
La monarquía, una institución que pocos países, sobre todo europeos, conservan, les da pocas responsabilidades de gobierno la sus regentes, y su figura se entiende más como el símbolo de unión entre diferentes nacionalidades que componen al Estado. La inglesa, la más tradicional en el mundo, y fue el estandarte del otrora gran Imperio Británico, del cual queda poco en la actualidad.
Hoy permanecen ligados a la Commonwealth, o Mancomunidad Británica, 15 países, entre los cuales hay varias islas en el caribe como Jamaica y Bahamas, así como Canadá en Norte América, y Australia y Nueva Zelanda en Oceanía. Comparten, además de una integración económica fuerte, el reconocimiento del rey como figura que los integra y une en su historia.
Por lo pronto, Carlos III ha manifestado su deseo de seguir los pasos de su madre. En su discurso durante el llamado Consejo de Ascensión dijo: “Me esforzaré en seguir su ejemplo inspirador”. Sus palabras destacaron el “ejemplo de vida de servicio social” e “inigualable dedicación” de Isabel II y aseguró que es “consciente de esta gran herencia y de los deberes y responsabilidades” que implica ostentar la corona. Lo cierto es que la fallecida reina, durante los 70 años que ocupó el trono, fue reconocida por su firmeza, pero a la vez calidez en las relaciones del Reino Unido con los principales líderes del mundo, y de Carlos no se tiene la mejor percepción en ese sentido.
Esa realidad innegable genera múltiples incertidumbres alrededor de lo que puede ocurrir bajo su reinado. La misma figura arrolladora de Isabel II, que incluso ya fallecida despierta mayores emociones entre los ingleses que se agolpan alrededor del palacio de Balmoral, en Escocia, donde murió el jueves, y que durante los 10 días de ceremonias para despedirla hará que las multitudes se concentren alrededor de su féretro, en el funeral de Estado, constituye un desafío para Carlos III, quien tendrá que demostrar que su vacío puede llenarse y emprender un buen camino para Inglaterra.
De hecho, ya movimientos republicanos se hacen sentir en Canadá y Australia, exigiendo cambios que podrían llegar a golpear la integridad del Reino Unido del cual todavía hacen parte, al lado de otros 13 países del mundo. En Australia se vivió un intenso debate al respecto a finales del siglo pasado y pese a que en un referendo realizado en 1999 la corona logró mantenerse al obtener el 55% de los votos, las controversias seguramente volverán y las posibilidades de triunfo de nuevo no estarían aseguradas.
Algo similar puede ocurrir en Canadá, Nueva Zelanda y países caribeños que podrían aprovechar la coyuntura para romper con la pertenencia a ese Reino. En Canadá esa idea puede tomar impulso, principalmente, en las provincias francófonas, como Quebec. Y en el caso del Caribe, ya el año pasado Barbados pasó a ser república independiente y su ejemplo puede extenderse a Jamaica, por ejemplo. En muchos aspectos vienen nuevos tiempos y grandes retos para el nuevo monarca de 73 años de edad.