Colombia es una democracia participativa, pero para cumplir con ella requiere elementos del sistema representativo, que para efectos de legislación se ejerce a través de la Cámara de Representantes y del Senado de la República. Hoy se posesionan los mal llamados padres de la Patria, las personas que deberán crear las condiciones jurídicas y legales para que el Gobierno que se posesiona el próximo 7 de agosto pueda desarrollar su ambicioso programa de Gobierno, el cual implica retos de grandes proporciones y exige de quienes hoy se posesionan responsabilidad y prudencia. Tiene además la función de ser contrapeso político de los otros poderes.
Buena parte del desprestigio de la clase política en general viene dada precisamente por estos representantes del pueblo, el mismo desprestigio que motivó la Constitución de 1991, el surgimiento de nuevos partidos que prometieron el cambio y siguieron igual y la explosión de las microempresas electorales, que se arriman al árbol que mejor sombra dé, es decir el Gobierno de turno. La cantidad de partidos políticos que no acompañaron al hoy presidente electo, Gustavo Petro, en la campaña y que decidieron declararse gobiernistas genera dudas en torno a si tendrán estos políticos la capacidad de frenar proyectos de ley que puedan afectar de manera grave el país, por la ambición de las propuestas que se han esbozado.
Como lo hemos anotado antes, no creemos tampoco en una oposición radical por simplemente pertenecer a una forma de comprender el Estado distinta, pero puede resultar peor para el manejo de un país que se puedan entregar cheques en blanco para que un Gobierno desarrolle sus ideas. Los unanimismos en la democracia son odiosos, y la oposición, las preguntas a tiempo, las reflexiones de los que saben ayudan a mejorar todas las iniciativas, sobre todo, cuando se han planteado grandes cambios, sin que se conozca de fondo cómo serán llevados.
Voceros del Gobierno entrante han dado preocupantes declaraciones en torno a que será necesario al menos dos mandatos o hasta tres para poder llevar a cabo tales virajes. Ojalá esto no implique que se reviva la reelección para favorecer a quien ostenta el poder. Esperamos que las iniciativas de cambio en temas tributarios, laborales, de salud, agrarios, en la Fuerza Pública, entre otros anunciados, pasen por el Congreso y se le permita cumplir la función de mejorar las propuestas o rechazarlas si es necesario. Se espera por lo menos eso de unos políticos serios, que le devuelvan la majestad al ejercicio legislativo. Si algo se ha ganado en este siglo es precisamente impedir que se delegue la función legislativa y que esta Rama se encargue de lo que le corresponde.
Mención especial merecen las curules de la paz que se estrenarán hoy, esas que fueron votadas en circunscripción especial en los territorios priorizados tras los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc. Aunque se tratan de curules transitorias, su presencia va a ser muy importante para lo que puede ser la visión de un país que mire a las regiones, sobre todo, a las que han sido sistemáticamente afectadas por la violencia. Esta bancada será clave si trabaja en función del objetivo para el que fueron creadas y no con la agenda de los partidos. Son este tipo de cambios los que muestran que Colombia tiene una institucionalidad fuerte y que es a través de esas instituciones como se logran los mejores cambios, no saltándose los procedimientos.