Las noticias de Europa y del hemisferio norte en general cada tanto nos sorprenden con un nuevo récord de la temperatura. En Australia los incendios o las inundaciones llenan los titulares de manera cíclica. En Colombia la temporada de lluvias ya no recordamos cuándo empezó y ni hay claridad de si va a terminar al haberse combinado con el fenómeno de La Niña, mientras en México se quejan de la sequía, así como en otras regiones del continente. Lo que conocemos como clima efectivamente está cambiando y ese cambio nos debe generar preocupación a todos, porque de acuerdo con los científicos, los ciclos que conocimos durante años ya no serán iguales, y aunque cada vez hay más conciencia de esto, también es cierto que al tiempo no tomamos las acciones para ayudar a pensar en cómo resolverlo.
En la región que ocupamos damos por descontado que tenemos agua de sobra y nada menos cierto hoy. No podemos olvidar que se ha advertido que esta zona puede ser de las que sufra de sequía para mediados del siglo XXI, ante el deshielo de los nevados, desde donde se provee buena parte del agua que consumimos en la región central andina. Además, las bocatomas de muchos acueductos se ven afectadas cada tanto por derrumbes, por la merma en los caudales, por la agricultura y la ganaderías expansivas, entre otros fenómenos. Para la muestra, Villamaría, donde no pasan dos meses sin que sufra una emergencia que impide que fluya el líquido por las tuberías, pero son más.
En estos días Villavicencio se ha visto afectado en el suministro de agua potable y nos hace recordar desde Manizales la emergencia que vivimos por falta de acueducto durante 17 días en la mayoría de la ciudad y otros más en varios sectores. En ese entonces, parecía que nos habíamos reconciliado con los nacimientos de la ciudad, esos lugares en donde chorrea agua de manera permanente y que tratamos de evitar cuando pasamos por allí porque lo vemos con lama y oxidado el pavimento, pero que surtieron a miles de manizaleños entonces. Sin embargo, aún no hacemos algo por permitir que estos lugares se nos vuelvan nuestros oasis futuros, porque es evidente que los bruscos cambios del ciclo climático pueden dejarnos sin disfrutar del agua de la que hoy gozamos sin entender que es un privilegio.
Si el ciclo de lluvias que hemos tenido, que si sigue causando tragedias como la ocurrida en Andes (Antiqouia) donde murieron tres niños cuando su escuela fue sepultada, la misma tragedia que hemos repetido en Caldas tantas veces, es anuncio de lo que puede ser el ciclo de tiempo seco, es bueno ir previendo las dificultades que podríamos tener. Los mayores fueron bastante previsivos cuando al crear la Central Hidroeléctrica de Caldas y las Empresas Públicas de Manizales decidieron comprar cientos de hectáreas para conservar, como fábrica de agua, en la parte alta de la ciudad, en terrenos que van desde la Reserva de Río Blanco hasta el Parque Nacional Natural de los Nevados. Si ellos lo hicieron cuando en esa época sí que se daba por descontado que el agua era para siempre, cómo no insistir en la necesidad de potenciar nuestras fábricas de agua para lo que se nos viene más pronto que tarde. Aquello de lo que somos conscientes, pero parece que no tomamos las medidas necesarias para corregirlo.