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La reunión sostenida por el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, es un mensaje edificante para la ciudadanía. Es entender que a pesar de las diferencias, de los ataques de lado y lado, hay momentos para darles vuelta a los odios y sentarse a dialogar con sentido patriótico, por el bien del país. Además es un mensaje importante para los ciudadanos, de la necesidad de construir una nación en la que quepamos todos los que pensemos de una u otra manera y que habrá diferencias, y estas se pueden conversar siempre con dialéctica, para tratar de llevar el mejor resultado para el país.
Difícilmente quien llega al poder por las vías democráticas, lo hace con la idea de fracasar. Todo lo contrario, lo que quiere es acertar, pero es obvio que tendrá quienes no crean en el modelo que busque poner en práctica y así funciona toda sociedad. Por eso que dos líderes opuestos en la opinión pública en los últimos años en Colombia depongan sus rencillas personales para hablar francamente sobre las formas en que se pueden llevar a cabo cambios de mejora, en que se expliquen de manera franca lo que gusta de las propuestas o no, es una madurez que debe contagiar a otros, para ayudar además a bajarle a la virulencia con la que se estaban dando los debates en el país y volver a la senda de la conversación, sin necesidad de unanimismos.
Importante pues que las lentejas que pudieron aparecer como lisonja para cautivar a ciertos políticos que temen perder sus feudos de poder, entiendan que lo más conveniente para el país en este momento en que se propondrán grandes reformas es que haya debates serios y profundos a cada una de las iniciativas, siempre en busca de lograr los mayores avances y las menores afectaciones. Un elemento fundamental de la democracia moderna es que quienes ostenten el poder tengan controles y para que estos sean efectivos debe haber independencia. Existen controles que forman parte de la esencia de las instituciones que se encargan de esta tarea, como las ías. Esta misión en varios de los organismos colombianos se ha desdibujado en los últimos tiempos, por cuenta de volverse fortines de la burocracia de los políticos.
Por eso no resulta sorprendente que al tener un nuevo Gobierno que se posesionará el próximo 7 de agosto, buena parte de la clase política colombiana giró sin ninguna contemplación a la izquierda, a pesar de que varios de esos dirigentes días antes señalaban a esta como una forma de ejercicio del poder nada conveniente para una democracia sólida. Esto debe ser visto en principio con reserva, por eso resulta indicador ese diálogo franco y sin prevenciones entre Petro y Uribe para que la relación entre dos formas de pensamiento distinto sirva para construir soluciones más fortalecidas a los problemas.
Días después de las elecciones presidenciales de segunda vuelta, muchas personas señalaban que les daba tranquilidad saber que las reformas propuestas por Petro iban a ser duramente analizadas en el Congreso. Hoy el panorama es completamente distinto y ojalá el Congreso no sea una aplanadora, algo que siempre molestó a quienes ahora gobernarán cuando eran oposición. No estamos aquí invitando a que haya una oposición radical. Creemos en lo que en su momento el expresidente Misael Pastrana llamó la Oposición Reflexiva, que haya quién alerte de lo que considere no está bien, porque así surgen los mejores proyectos. De eso se trata.