Desde este lunes fue reabierta la frontera entre Colombia y Venezuela, que tiene una longitud de 2.219 kilómetros, y que en los años recientes estuvo cerrada oficialmente para el intercambio comercial y social regulado, pero que todo el tiempo ha estado permeada por distintos fenómenos ilegales, que no han sido enfrentados decididamente por los dos países, y son foco de toda clase de problemas.
Es evidente que allí el narcotráfico se ha movido a sus anchas, y los delincuentes tienen la facilidad de traspasar los límites todo el tiempo sin que haya ningún tipo de control. Eso también ha hecho que la migración ocurra sin que se conozca con exactitud la magnitud del problema y sus reales consecuencias. Hay allí también actividades extorsivas, trata de personas, contrabando, y todo tipo de hechos delincuenciales sobre los que es necesario actuar. Esta reapertura tiene que servir para lograr soluciones ante este gran problema.
Aunque hay desconfianza acerca de lo que ha sido la actuación del mandatario venezolano, Nicolás Maduro, alrededor de la supuesta protección a criminales colombianos, el gobierno de Gustavo Petro considera que es el momento de reanudar contactos diplomáticos y retomar intercambios comerciales que estaban suspendidos o, por lo menos, minimizados. Era un paso que había que dar tarde o temprano y que puede ser incómodo, pero necesario.
Desde Venezuela se afirma que en el 2022 se han descubierto y bombardeado 57 pistas ilegales y laboratorios de droga en los estados de Apure y Zulia. Es algo que las autoridades colombianas deben poder corroborar. En Colombia es un hecho que la banda venezolana El tren de Aragua maneja el microtráfico de estupefacientes en varias zonas de Bogotá y en otras regiones de Colombia, y que incluso sus ilícitos se extienden a otros países de Latinoamérica. Todos estas son realidades que en el nuevo esquema de relaciones deberá ser objeto de cooperación para darle seguridad a la frontera.
Sin embargo, entre lo que más expectativas genera es que hace 20 años Venezuela era el más importante socio comercial de Colombia, por detrás de los Estados Unidos, y ahora casi ni aparece en el mapa de exportaciones colombianas. El objetivo es mejorar ese panorama y, en el caso de Caldas, la posibilidad de que vuelva a ser el destino principal de los productos procesados en el departamento. No obstante, persisten los temores alrededor de los pagos atrasados, ya que parte de la decisión de cortar relaciones hace unos años se sustentó en la ausencia de pagos o retrasos exagerados para ponerse al día en las cuentas con los empresarios colombianos.
El panorama es retador, y en el paso de la normalización de relaciones también se debe aspirar a que en Venezuela se avance hacia salidas democráticas que logren superar las actuales circunstancias autoritarias. Sin duda somos pueblos vecinos, y es importante mantener siempre abiertas las relaciones sin importar las posibles diferencias ideológicas, pero es fundamental propender por una estabilidad y seriedad en la convivencia cotidiana, lo cual se puede consolidar más fácil si se hacen entre democracias.