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El nombramiento de embajadores en ambos países, luego de tres años de relaciones rotas, abre las posibilidades de que Colombia y Venezuela vuelvan a tener una gran dinámica comercial y toda clase de intercambios que sean positivos para ambas naciones. Son millones de colombianos en Venezuela y millones de venezolanos en nuestro país que pueden beneficiarse de unas renovadas relaciones que se enfoquen en los temas más importantes para los dos países.
Todos estos son asuntos en los que se debe avanzar de manera gradual, analizando paso a paso lo que resulte más efectivo, conveniente y fructífero, asumiendo la realidad de que el gobierno democrático de Colombia debe contribuir a que en Venezuela se dé un paso en dirección a que se recupere la democracia perdida en el vecino país, donde sería pertinente que el régimen chavista le abra posibilidades reales de participación a los opositores en elecciones limpias, que puedan ser acompañadas por la Comunidad Internacional.
Desde luego que hay que respetar la libre autodeterminación de los pueblos, y Venezuela tiene derecho a escoger su propio camino, pero es innegable que una relación es más consistente si pueden darse garantías democráticas y un entendimiento alrededor de valores de respeto por los derechos humanos. El gobierno de Nicolás Maduro, al que el actual gobierno de los Estados Unidos también le ha abierto la puerta para avanzar en una normalización de relaciones, debe aprovechar para acoger de nuevo la democracia, y Colombia debe ayudar a que ese propósito se concrete.
Un punto esencial de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, tomando en cuenta lo ocurrido en el pasado en los intercambios comerciales entre los dos países, es que se paguen las deudas que se tienen pendientes, y que en adelante nuestros empresarios tengan la seguridad de que recibirán a tiempo y de buena manera los pagos de Venezuela por sus productos y servicios. Que no se repita la historia de dilatar y dilatar la puesta al día en las cuentas, como empezó a ocurrir durante el gobierno de Hugo Chávez.
Otro asunto sensible tiene que ver con lo ocurrido con la empresa Monómeros Colombo Venezolanos S.A., que el gobierno del presidente Gustavo Petro decidió entregar, de nuevo a la administración de Maduro. De hecho, lo ideal es que nuestro país pudiera no solo tener una parte en el manejo de esa empresa petroquímica, sino incluso tener una propia que le evite depender de las disposiciones de Venezuela en esa compañía en un asunto tan importante y crítico para el sector productivo colombiano.
La seguridad fronteriza y la lucha contra las bandas criminales que se dedican al narcotráfico y que usan a los dos países para sus actividades ilícitas también deben hacer parte de las prioridades en las renovadas relaciones binacionales. En la medida en que haya un trabajo conjunto para ponerle freno a la delincuencia a ambos lados de la frontera, será posible avanzar positivamente en unas relaciones diplomáticas que nos vuelvan a convertir en los grandes socios que fuimos en el pasado.