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La historia oficial de ocho décadas de la Industria Licorera de Caldas (ILC), como empresa industrial y comercial del Estado, adscrita a la Gobernación de Caldas, se puede dividir en tres fases; dos muy productivas, en sus inicios y en los años recientes, y otra bastante oscura hacia mediados de su vida empresarial, pero de todas ellas el departamento ha obtenido aprendizajes que finalmente la han llevado a corregir errores y posicionarse entre las licoreras de Colombia más destacadas del país y a ser un ejemplo de cómo se logra permanecer a través de decisiones acertadas y de ejecutar modernos procesos. Los orígenes de la empresa datan de 1885, hace 138 años, cuando se empezó a destilar en el municipio de Manzanares su primer producto, el Aguardiente Amarillo, que era transportado a lomo de mulas.
Cuando se dio la creación oficial de la ILC el 10 de junio de 1943 se empezó a conquistar otros municipios del entonces Gran Caldas, por hallazgos de profesionales nacionales y extranjeros con otras bebidas que se convirtieron en símbolo. Llegó el Aguardiente Blanco que se transformó posteriormente en Cristal. Una década después, tras la disolución del del Departamento, esta licorera trasladó toda su producción a una planta en las afueras de Manizales, finca Saboya, que hoy es la zona industrial, y detrás llegó el Ron Viejo de Caldas, ya como ILC. Como entidad descentralizada vinculada al Departamento, la destilería empezó a crecer hasta llegar a incluirse en la lista de las empresas más destacadas y boyantes de Caldas, pero paralelo llegaron los tiempos aciagos.
Políticos de la región aliados en la llamada coalición barcoyepista quisieron apropiarse de la firma para ejercer sus actividades proselitistas y que terminaron en lo que se llamó el Gran Robo a Caldas. Graves denuncias que hizo LA PATRIA, por irregularidades en el manejo de la empresa y por dineros perdidos de la distribución y venta de licores. Sin embargo, este proceso se quedó como una historia mítica del departamento porque nunca terminó señalando responsables ni con condenas. Solo años después, en otros hechos de corrupción comprobada, un par de gerentes tuvieron que pagar condenas en la cárcel por delitos relacionados con la distribución de licores. Esos golpes a la integridad de la empresa fueron haciendo mella, hasta contemplarse incluso venderla o privatizarla.
De esos difíciles días, la ILC logró salir fortalecida. En el segundo periodo como gobernador, el hoy senador Guido Echeverri impulsó medidas que blindaron la empresa. Se cambió el esquema de Junta Directiva para que participaran privados y alejar la politiquería, y además nombró a un gerente, Luis Roberto Rivas, que supo darle impulso a estos primeros pasos y orientó la licorera a la apertura de nuevos mercados, al crecimiento de productos, a producir bajo esquemas de responsabilidad social y ambiental; pero especialmente a generar la confianza necesaria entre los trabajadores, entre ellos los sindicalizados, para ser parte de los procesos y la toma de decisiones.


Hoy la ILC, con otro gerente, Andrés Elías Borrero, ha sabido mantener todos estos activos y es una entidad que proyecta terminar el año con utilidades cercanas a los $70 mil millones, un crecimiento del 15,9% frente al 2022, y con una amplia gama de productos en aguardientes, rones y otros que siguen gustando en mercados del país y del exterior, entre ellos, los cocteles listos para tomar, que son su última formulación. Ese crecimiento también ha ido de la mano con las transferencias al departamento, que entre el 2016 y el 2022 fueron de $250 mil millones para Caldas, y el año pasado de $700 mil millones en otras regiones del país beneficiando la salud, educación, cultura, deporte e infraestructura. La de la Licorera ha sido una historia de logros y de altibajos, pero al alcanzar sus 80 años ya madura, como los buenos licores, tiene todo dado para permanecer en el mercado. Ahora que hay elecciones, los candidatos a Gobernación deberán comprometerse en mantener la libertad para las decisiones técnicas en esa empresa, la más importante de los caldenses.