La diplomacia se inventó para ponerse de acuerdo conversando y de esa manera evitar la guerra. Ahora también resulta afectada por las visiones amañadas de la democracia, y esto solo puede abrir preocupaciones. El ingreso de la Policía de Ecuador a la Embajada de México en ese país para detener al exvicepresidente Jorge Glass ha puesto los pelos de punta y con razón, pues es saltarse todas las normas establecidas del derecho internacional.
A pesar de las razones del Gobierno ecuatoriano, este asunto no tiene otra salida que ese país acepte que hubo exceso, violación del derecho internacional, aceptar las responsabilidades que correspondan, indemnizar si es necesario y liberar al detenido, por tratarse de una captura ilegal, toda vez que ya contaba con asilo político. Si la justicia ecuatoriana se sentía vulnerada para decidir sobre la suerte judicial de Glass por corrupción, Quito debió enviar protestas, demandar ante los tribunales internacionales y buscar la manera de que se cumplieran sus fallos, pero definitivamente no era por la fuerza.
Hay que recordar el caso de Víctor Raúl Haya de la Torre, que involucró a los gobiernos de Colombia y de Perú, a mitad del siglo pasado, cuando ese personaje fue señalado de conspirar para derrocar al Gobierno de entonces y decidió asilarse en la embajada de nuestro país en Lima. Luego de muchos rifirrafes, de protestas de ida y vuelta y de conversaciones, finalmente Perú accedió a brindar un salvoconducto al asilado para permitirle dirigirse al aeropuerto y viajar a territorio colombiano, así no estuviera de acuerdo con la decisión autónoma de Colombia para brindar esa solución. Es la demostración, ratificada luego por instancias internacionales, de que la diplomacia es la mejor de las salidas.
Esta semana se supo de la demanda ante la Corte Penal Internacional de la dictadura de Nicaragua contra Alemania por suministrar armas a Israel, con lo que no busca nada distinto a desviar la atención sobre la invasión rusa en Ucrania, quedar bien con su aliado, y mostrarse ante el mundo como un defensor de la vida, cuando se sabe que allí gobierna un régimen que no ha tenido miramientos para usar la violencia contra los opositores de ese Gobierno paria.
En tiempos de postverdad, no se puede hacer de la diplomacia internacional otra víctima. Es necesario que se respete el derecho internacional, gracias al cual se han evitado guerras y solucionado conflictos, pero lo que no puede pasar es que ahora se quiera debilitar los canales institucionales de defensa de las democracias. México ha pedido a la ONU suspender a Ecuador, ojalá no suceda, sino que se sancione en lo que corresponda, pero no es evitando las discusiones como se van a lograr soluciones para el futuro. Romper la concordia de las naciones latinoamericanas no puede promoverse, todo lo contrario hay que llegar a un diálogo que permita superar esta situación y lograr consensos para que no se repita. Ah, y es necesario aprender a resolver las diferencias negociando, no interpretando el derecho al amaño del gobernante de turno en cada país.
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