Infructuosas han resultado hasta ahora las convocatorias hechas desde distintas naciones para tratar de que retorne la democracia a Níger, país de África Occidental, donde una junta militar derrocó al presidente que había sido elegido democráticamente. Esta nación se suma a otros países africanos que también son gobernados por dictadores. De hecho, Mali y Burkina Faso enviaron misiones diplomáticas de respaldo a Níger con el fin de demostrar respaldo, ante el ultimátum que había dado la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), para realizar una intervención militar si no se restablecía el orden democrático.
De acuerdo con distintas informaciones dadas por medios y analistas, detrás de la posición antidemocrática que tomó este país se encontraría Rusia, que busca afectar de una manera u otra los intereses de Europa, pues Níger como otros países de África son importantes proveedores del bloque europeo en materias primas y minerales. La situación hace temer lo que el escritor Ken Follet aventuró como una ficción en su novela Nunca y es cómo se puede llegar a una aniquilación nuclear si se empiezan a escalar agresiones desde un país pequeño en la olvidada África.
Esperemos que esa mirada de alguna manera provocadora del escritor no se convierta en un vaticinio, pero la geopolítica internacional está enfrentándose a retos cada vez más complejos sin que se encuentren soluciones que hagan prever una salida pacífica pronta en los lugares en conflicto. De hecho, una reunión de cerca de 40 países para buscar salidas a la invasión de Rusia en Ucrania y terminar con esta guerra no tuvo promisorios resultados, lo que ha puesto en entredicho las posibilidades de la diplomacia. El mismo camino está tomando Níger, que rechazó una vía diplomática que intentaron las Naciones Unidas, el bloque regional de África Occidental y la Unión Africana, que se suma al portazo dado a la Cedeao y a los Estados Unidos, tanto así que el líder golpista nigerino, el general de brigada Abdourahamane Tiani, nombró ayer al economista y exministro de Finanzas Mahamane Lamine Zeine como primer ministro, en un claro desafío a Occidente.
La democracia que ya está siendo sitiada en el mundo por los nuevos caudillismos, por los populismos de izquierda y de derecha, por el uso de desinformación para cercar las salidas institucionales y por la aparición de extremismos que están captando adeptos con sus discursos que gustan a los oídos, pero que no pasan por la reflexión, encuentra en los nuevos autoritarismos otro reto.
Ryzard Kapuscinsky escribió Ébano, esa mirada integal a lo que pasa en África y cómo la deriva autoritaria allí es de alguna manera resultado del irrespeto del imperialismo que intentó imponer en este territorio visiones occidentalizadas desconociendo las realidades locales y muchos menos las fronteras. Fue una forma de mostrar que el recetario del primer mundo no se puede aplicar sin adaptaciones, pero sí resulta tremendamente grave que en lugar de ganarse en procesos democráticos se regrese a los autoritarismos en los que generalmente terminan perdiendo los ciudadanos, que generalmente son los más afectados ante el irrespeto de sus derechos. Ojalá este devaneo por el autoritarismo sea pasajero y que se retorne a la democracia en Níger como en otros países y que en lugar de acorralarla se le dé una oportunidad.
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