El 7 de octubre del 2023, hace exactamente un año, la tranquilidad de ciudadanos israelíes en la frontera con Palestina fue interrumpida por el ingreso violento de miembros del grupo terrorista Hamás, que mató a por lo menos mil personas, violó mujeres y secuestro a dos centenares de judíos, la mitad de los cuales sigue en poder de los bandidos. Fue el comienzo de una escalada de violencia en la región que aún no se sabe cómo terminará y, en todo caso, desestabiliza la paz mundial e incuba nuevos odios para futuras violencias.
Un año después del ataque aleve de Hamás, los pedidos de tregua caen en oídos sordos, mientras que los ciudadanos de Gaza y ahora de Beirut, al atacar escenarios de Hezbolá, ven cómo hay una reacción a todas luces desproporcionada de Israel contra los grupos terroristas que lo han asediado por años y que acabaron con la gobernabilidad institucional en sus propios territorios, lo que pone en el peor de los escenarios a la población civil que queda en medio del fuego cruzado y es usada en ocasiones como carne de cañón de un lado o como chivo expiatorio, del otro.
El nuevo frente de guerra abierto por Israel en Líbano, contra el también grupo terrorista Hezbolá, se inició con un ataque de precisión a través de aparatos de comunicación que portaban los integrantes de esta milicia, que es más poderosa que las propias fuerzas libanesas, las cuales hasta ahora han tomado prudente distancia de lo que está sucediendo para no sumarle fuego.
Cómo era de esperarse, la semana pasada Irán tomó partido en favor de sus patrocinados terroristas y lanzó un ataque de por lo menos 120 misiles contra Tel Aviv. Aunque los daños fueron mínimos, gracias al sistema de defensa antimisiles, es evidente que esta escalada solo promete que todo pueda empeorar. Ya Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, prometió venganza.
Y como si faltaran elementos en esta guerra, también la semana pasada tropas israelíes se adentraron en la Cisjordania ocupada, lo que no sucedía desde hace más de 20 años, cuando se presentó una intifada. Ojalá que la estrategia de tierra arrasada que se lleva a cabo en Gaza, que deja más de 40 mil muertos, no solamente sea interrumpida sino que no se repita en estos nuevos territorios. La violencia de Israel contra los civiles tiene que ser rechazada por el mundo entero, igual que el atentado inicial cometido por Hamás hace un año. La vida, la dignidad, los derechos humanos, los protocolos de guerra, todo está siendo sacrificado en medio de la barbarie que también es una construcción de esta humanidad.
Es una tristeza que un pueblo que ha sufrido la barbarie y sus efectos como lo es el judío, asentado en el territorio de Israel desde 1948, no entienda que está actuando de maneras muy similares a sus agresores. Como en todas las guerras, incluidas las verbales que hoy abundan en nuestra cotidianidad, los contrincantes terminan siendo y haciendo lo que dicen odiar. Además, con la actitud vengativa y violenta, Natanyahu está poniendo en situación muy incómoda a quienes lo han acompañado antes: Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. Como si fuera poco, hay temores de que Israel ataque bases petroleras iraníes lo cual ya ha elevado los precios internacionales. Ojalá hoy se ponga el foco en las víctimas de este año de violencia y se insista en rescatar a los secuestrados. Insistir en desescalar la violencia debe ser la prioridad, aunque siga pareciendo utópico.