La gran asistencia a la Plaza y el entusiasmo mostrado por los aficionados a los toros el pasado fin de semana, durante el desarrollo de la XXIII Temporada de Toros y Ciudad, demostraron nuevamente que en Manizales existe una gran tradición alrededor de la fiesta brava y que no es, meramente, un asunto de una minoría. Pese a que no estaban en el ruedo las principales figuras, sino jóvenes novilleros en busca del sueño de estar en una Feria de Manizales, los aficionados realmente disfrutaron las corridas.
De igual manera, durante el llamado Paseíllo por las Libertades, que fue un evento realizado por Cormanizales, en el que los taurinos de la ciudad salieron a marchar pacíficamente para defender su afición, contó con una masiva participación, que evidencia que no son pocas las personas que en la capital de Caldas tienen a la tauromaquia como una importante parte de sus vidas. El recorrido desde el Palacio de Justicia hasta la Plaza de Toros evidenció que se pasaría por encima de la voluntad de muchas personas, de llegar a prosperar la prohibición de estos festejos. Ayer, adicionalmente, las mayorías del Concejo Municipal aprobaron una proposición para exigir al Congreso de la República retirar la llamada Ley Antitaurina.
Los argumentos de quienes se empeñan en erradicar esta expresión cultural, de profunda tradición en la ciudad, se limitan a señalar supuestos maltratos a los animales, a los que consideran seres sintientes. No obstante, parecen ignorar que la única manera de garantizar que el toro de lidia no se extinga es que sigan existiendo las corridas, porque no de otra manera se tendrán criaderos de estos animales como los que se tienen hoy en día, en donde se les cuida y se les protege a los toros hasta el último día.
En una democracia, como la que existe en Colombia, es un despropósito anular las expresiones y manifestaciones culturales, las cuales deben ser plenamente libres en la medida en que no se afecte a otras personas. Por eso, el llamado de los marchantes de este fin de semana fue a que sean retirados los proyectos de ley presentados al Congreso de la República, con el fin de erradicar una tradición tan profunda como esta que, en esta medida, resulta hasta inconstitucional.
Si no estuviésemos en un Estado Social de Derecho no habría más remedio que aceptar una imposición como esa, pero en el marco de la legalidad no hay manera de arrebatarles a tantas personas la posibilidad de disfrutar de la tauromaquia. El Congreso de la República debe evaluar la situación y escuchar clamores como los surgidos durante el fin de semana en Manizales, para que tome la mejor decisión, en caso de que persistan en discutir ese asunto.
Lo más sensato, y no solo pensando en la posible extinción del toro de lidia, sino también en todos los empleos y actividades económicas que ocurren alrededor de la fiesta brava, es que los congresistas se pongan de acuerdo en hundir ese proyecto, que ningún bien le hace a la ciudad, y que más bien genera nuevas dificultades con impacto negativo considerable para toda esta capital.