La protesta social es un derecho que tienen los ciudadanos para hacer ver sus inconformidades ante situaciones que estén ocurriendo y frente a las cuales se necesitan acciones efectivas de quienes tienen el poder y la posibilidad de intervenir para solucionarlas. Lo que siempre se espera es que, de manera libre, las personas se puedan expresar y manifestar todos sus desacuerdos, conservando los límites naturales del respeto y sin darle campo a la violencia, ya que, de lo contrario, cualquier tipo de reclamo o protesta puede perder legitimidad.
En los días recientes hemos visto cómo en nuestro entorno las protestas ciudadanas, sin duda basadas en reclamos sensatos y pertinentes, terminan saliéndose de los límites que deberían tener y causando nuevas situaciones que afectan a otros ciudadanos, quienes se ven obligados a soportar nuevas situaciones anómalas provocadas por quienes dicen defender derechos, pero que también se convierten en agresores de esos mismos derechos y en provocadores de situaciones que también resultan censurables e irregulares.
Lo ocurrido con los mineros de Marmato, acompañados por indígenas y hasta funcionarios públicos de ese municipio del occidente de Caldas, que durante varios días estuvieron bloqueando la vía entre Manizales y Medellín, en el tramo entre La Felisa y La Pintada, corresponde a este tipo de situaciones, lo mismo que el bloqueo de ayer en durante gran parte del día en los alrededores de la glorieta de Los Cedros en Manizales. En ambos casos esos bloqueos de vías perjudican de manera significativa a muchos otros ciudadanos que terminan viendo ese tipo de protestas de manera negativa.
Es indudable que los reclamos que se hacen, generalmente, tienen mucho sentido. En el caso de Marmato, los reclamos por las vías, por los problemas para obtener licencias ambientales y la entrega de títulos mineros, por ejemplo, son muy pertinentes. A todo esto habría que sumar otras situaciones como las malas condiciones de seguridad industrial, en general, que se tiene en la minería que se practica en esa región de Caldas, con la que se pone en riesgo permanente la vida de los mineros, así como la necesidad de formalizar ese oficio, pero bloquear las vías es una expresión inadecuada que afecta demasiado a muchas personas que nada tienen que ver con esos problemas.
También son grandes los perjuicios causados por las lentas obras en la glorieta de Los Cedros, las malas condiciones de la vía en la salida hacia Neira, los riesgos por el mal estado del puente de Olivares, y todos los demás reclamos de los ciudadanos de ese sector de Manizales tienen mucho sentido, pero su protesta con bloqueos solo logra que el resto de manizaleños se afecten de peor manera. Hay que buscar otras formas para hacerse escuchar y trabajar por soluciones que no impliquen molestar a los demás.
Es importante que los representantes del Estado, sin que tengan que ser forzados por las protestas, reaccionen a tiempo y de manera preventiva ante los conflictos sociales que pueden surgir en situaciones como las anotadas. Esperar a que las comunidades se desesperen y cometan el error de excederse en las protestas solo contribuye a generar nuevos conflictos. En todos los casos, debe quedar claro que los bloqueos son inaceptables.
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