Un fantasma recorre el Gobierno Petro, el fantasma de la Alcaldía de Bogotá, donde en solo un año se realizaron por lo menos 36 cambios en su equipo más inmediato. La salida intempestiva de los ministros de Educación, de Cultura y de Deportes, hace temer que el presidente empiece a reventar a sus coequiperos, como sucedió en la capital de la República y que provocó serios problemas de gobernanza. Alejandro Gaviria era un ministro ideal para la cartera de Educación, un humanista con experiencia probada en lo público y en lo educativo, con ideas potentes sobre los cambios que se requieren, pero su jefe no se aguantó las críticas a la reforma a la Salud, tema en el que Gaviria tiene mucho para aportar.
Seguramente la gota que derramó la paciencia del presidente fue la filtración del documento de 16 páginas que Gaviria, como los ministros de Hacienda y Agricultura y el director de Planeación Nacional, hicieron llegar como recomendaciones para lo que consideraban una mejora al proyecto de la Reforma a la Salud. Si esto es así, no se entiende por qué solo rueda la cabeza de Educación, a no ser que se quiera dejar el mensaje de que este Gobierno impondrá una disciplina para perros. Que se haga solo y exclusivamente lo que el mandatario quiere. Este mal mensaje obliga a estar expectantes para verificar si esto implicará también una cerrazón al consenso y empezar a rodearse solo de quienes piensen más parecido al mandatario y lo cuestionen menos.
De un Gobierno que se autodenomina progresista, lo mínimo que se espera es el respeto por el disenso, por las opiniones ajenas, con ánimo abierto para incluir ideas que puedan tener otros. Sin embargo, la rueda de prensa ofrecida por el mandatario el lunes en la noche, luego de reunirse con los jefes políticos del Partido Liberal, del Partido Conservador y del Parido de la U, deja cierto sinsabor aun en quienes pensaban que este Gobierno iba a ser una explosión controlada para los cambios en el país.
Las otras dos ministras salientes, la de Cultura, Patricia Ariza; y la de Deportes, María Isabel Urrutia, parece que dejan sus cargos por las críticas que había sobre su gestión, las cuales calaron en los oídos del presidente, aunque debería haber mayor claridad de las razones puntuales, pues críticas reciben todos, de acuerdo con las posiciones que fijen y las decisiones que tomen. Un nuevo cambio de ministra, ojalá no sea un tropiezo más para los Juegos Nacionales, en cuya ejecutoria tiene esperanza el Eje Cafetero.
En Cultura, se esperaba que la llegada de una gestora de tanta experiencia y que ha sufrido las mismas vicisitudes presupuestales de todo el sector iba a ser un cambio de tuerca, pero no ha sido así. Hay cierta obsesión para que el mayor plan de esta cartera sea implementar el modelo de bandas sinfónicas venezolano, sin tener en cuenta los modelos exitosos de bandas de música que se tienen en Colombia y de experiencias como Batuta, que hace algo similar y masivo.
Tenemos que hacer mención de la manera destemplada en que se notificó la salida a las ministras, sin ningún tipo de consideración por sus cargos y las personas y que muestra también una forma de liderazgo machacona. Confiamos en que los cambios causen el menor traumatismo posible y que no vaya a ser el abrebocas de movimientos permanentes en el Gobierno, lo que siempre termina por afectar las ejecutorias, tal como sucede, por ejemplo, en la Alcaldía de Manizales, afecta a este Gobierno.
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