La semana que terminó fue convulsionada en el país. Transcurrió en medio de escándalos, incriminaciones y reversazos contra el Gobierno Petro que aterrizaron en denuncias ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, encargada de investigar al presidente, que quizá no terminen en nada teniendo en cuenta que hay mayorías que lo apoyan en el Congreso y se carece de pruebas contundentes que puedan incriminarlo en algo. No obstante, sí preocupa el mensaje que dejó el presidente tras marchar por las calles del centro de Bogotá acompañado por unas 20 mil personas en defensa de su Gobierno y reformas.
Según Petro, nada de lo dicho en entrevistas o en audios muestra que haya cometido un delito, pero para él sí es un intento de golpe blando para detener la lucha contra la impunidad. Esa teoría del golpe blando se explica como intereses en el país, contrarios a su fuerza política, para propiciar el derrocamiento del Gobierno; ya no bajo la vieja figura del golpe de Estado, sino a través de estrategias y decisiones jurídicas que parecen legales, pero no lo son porque muchas terminan siendo revocadas. Petro citó lo que se hizo en Perú con Pedro Castillo: “Llevar al presidente a la cárcel y cambiar el Gobierno para elegir un nuevo presidente no elegido por el pueblo, que sería el que van a elegir el semestre entrante como presidente del Congreso de la República”, expresó ante la multitud.
Quizá el presidente esté prevenido por lo que le ocurrió como alcalde de Bogotá, fue destituido por el entonces procurador Alejandro Ordoñez, pero la Comisión Interamericana de Derechos Humanos falló que autoridades administrativas como la Procuraduría están en incapacidad de quitar derechos políticos a elegidos por voto popular. Lo que no se le entiende al presidente es que quiera llevar a extremo esta teoría del golpe blando y que todo señalamiento o acusación, que son asuntos normales en una democracia, los interprete como un plan conspirativo para sacarlo del Gobierno. En Colombia todo gobernante desde que llega se somete a ser foco de críticas, denuncias e investigaciones. Petro no es el único, ni lo será.
Por esta situación que vive el Gobierno actual pasaron los de los expresidentes Uribe, Santos y Duque, por citar casos recientes. Hasta Petro, cuando fue senador, y miembros de los partidos que hoy conforman el Pacto Histórico, denunciaron muchas cosas contra estos mandatarios que escandalizaron en un momento dado, pero finalmente no ocurrió nada con ellas porque no se confirmaron como ciertas, otras todavía son parte de procesos judiciales. Lo que se ha pedido desde afuera del Gobierno es que se investigue de manera seria y rigurosa para establecer la veracidad de lo denunciado, que no es de poca monta; pero si el presidente está tranquilo y sabe que no son ciertas esas acusaciones que le hacen, pues que permita que la justicia actúe.
Lo que está pasando en Colombia no es un ataque directo contra el presidente, él no puede olvidarse de que todo lo suscitaron personas de su grupo de colaboradores, gente de su confianza, y en donde debería escudriñar con mayor detenimiento es entre los que lo están acompañando, para blindarse de que le sigan generando problemas y rodearse por la mejor gente. Y también debe estar abierto a escuchar voces discordantes frente a sus puntos de vista y decisiones, no puede pretender tener áulicos solo para acatar sus órdenes. El disenso y la crítica siempre serán necesarios, especialmente entre ellos, que por ser primera vez tienen el mando en su poder.