Los altos niveles de contaminación no solo se registran cuando hay presencia de sustancias y elementos dañinos en el aire, el agua o en el suelo; generación descontrolada de basuras y escombros; cuando se tienen elementos visuales y de publicidad en exceso; todos provocan ambientes inseguros e insanos para el ser humano, pero dentro de este grupo hay que incluir otro tipo de contaminación, la auditiva o acústica, el abuso en los niveles permitidos de ruido y a los que las comunidades se han ido acostumbrando, pero ya empiezan a enfermar a las personas.
La exposición prolongada al ruido es tan nociva que puede llegar a desencadenar cuadros de estrés, ansiedad, irritabilidad, problemas de sueño, cansancio, y otras enfermedades como pérdida auditiva y dolores de cabeza persistentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece como ruido los sonidos superiores a 65 decibeles y que se vuelven dañinos al sobrepasar los 75. En Colombia, por resolución del Ministerio de Ambiente, los niveles permitidos son hasta 70 decibeles en el día y 60 en la noche, a los que se debe acoger todo el país. Sin embargo, estos rangos no se cumplen en muchos territorios y lo que tenemos hoy son ciudades y campos ruidosos.
Eso está sucediendo en Santágueda (Palestina), donde los fines de semana hacen fiestas y rumbas que volvieron difícil conciliar el sueño y descansar ante los altos niveles de ruido. El alquiler de fincas y cabañas sin establecer requisitos y no imponer multas a los infractores está dificultando que los controles que hacen las autoridades sean efectivos. En Manizales también hay historias de este tipo. Milán, por citar un solo caso de los muchos que hay, pasó de ser un tranquilo barrio residencial a una ruidosa zona de restaurantes, bares, discotecas y gastrobares con música a alto volumen y gente conversando en las calles que impactan en la vida y actividades de los habitantes.
Hay vehículos de transporte público y particulares que circulan generando sonidos estridentes, sobre los que no hay ninguna vigilancia ni exigencia. Ni qué decir del perifoneo, que aunque no está permitido, se escucha por todas partes para la venta de productos y en publicidades. El Centro de la ciudad se convirtió en foco del bullicio procedente de las múltiples actividades y usos que convergen en esta zona. La Alcaldía reporta que este año ha hecho 15 operativos de control de ruido con mediciones en establecimientos de comercio, en los que ha impuesto 7 comparendos y cierres de negocios por incumplir las normas, pero falta mucho más.
En el país se está requiriendo con urgencia un cambio en las normas sobre el ruido permitido, concentrándose en sanciones más fuertes a los que sobrepasan los niveles y exigir requerimientos como la insonorización obligada de espacios. También se necesitan políticas públicas que combatan en serio la contaminación auditiva sobre todos sus focos de emisión. En eso deberían estar comprometidas, además del Gobierno nacional, las corporaciones autónomas regionales, las alcaldías y gobernaciones, la Policía Nacional; pero, si no hay un manejo responsable del ruido entre los ciudadanos, para autorregularlo cuando se excede, podrán existir mil controles y el problema cada vez será peor.