Suficientes han sido un par de semanas de fuertes lluvias para que el país se encuentre afrontando emergencias por deslizamientos, especialmente en la Zona Andina en la que estamos ubicados. En el barrio La Esneda de Dosquebradas (Risaralda) un derrumbe sepultó el sábado a tres personas y dejó 4 lesionados, 84 familias afectadas y 2 viviendas destruidas. Fue necesario declarar la calamidad pública. En las veredas La Honda y Zarcitos, de Montebello (suroeste antioqueño), ese mismo día 30 casas quedaron afectadas por una avalancha ocasionada por el represamiento de la quebrada La Honda, tras un deslizamiento de tierra.
Caldas no ha sido ajeno al impacto temprano de la fuerte pluviosidad. 5 viviendas de veredas de Samaná resultaron averiadas por las lluvias y los vientos que también destruyeron cultivos, dañaron vías y produjeron derrumbes. Allí son 70 personas afectadas. En Aranzazu, que por fortuna no ha tenido emergencias, la Unidad Departamental de Gestión del Riesgo declaró la alerta naranja por el aumento significativo de acumulación de lluvia. Este municipio reportó 326 milímetros, según el acumulado del último mes, que representan 82 milímetros más de lluvias que en años anteriores y eso lo expone a deslizamientos. Vías del oriente de Caldas también se han visto afectadas por derrumbes.
Esto está mostrando que se necesita estar preparados y vigilantes. Las autoridades, con planes de contingencia y recursos disponibles para atender lo que ocurra o mitigar los riesgos, que sería lo ideal, para que no se presenten emergencias ni tragedias; los organismos de socorro, con todo a disposición para acudir a donde los requieran y ojalá bien dotados para prestar sus servicios sin contratiempos. También la ciudadanía, que debe saber identificar los riesgos en terrenos, ríos, quebradas e infraestructuras y velar para que en caso de presentarse anomalías avisar de inmediato a las autoridades. Se convierte en un deber de todos, incluso del que transita por las calles para que no arroje basuras y con eso evitar el colapso de las alcantarillas y las inundaciones.
Los departamentos vienen de padecer el rigor de unos cuatro meses que duró el fenómeno de El Niño, con sus altas temperaturas, sequías e incendios forestales. Pero ahora el clima nacional da un rápido giro y según los pronósticos del Ideam hay altas probabilidades de un nuevo regreso de La Niña, porque el país hasta el año pasado se vio enfrentado a un largo invierno característico de este fenómeno, que generó cuantiosas pérdidas y ocasionó fuertes daños en vías, laderas y afluentes.
Todavía hay municipios sin poder solucionar estos problemas, que ni el verano intenso pudo mitigar y siguen siendo obras muy costosas para los territorios con su escasa capacidad financiera y menos para que puedan ejecutarlas solos; como Supía, en Caldas, que nunca ha sido escuchada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres a pesar de los múltiples llamados pidiendo ayuda para mitigar el riesgo de inundación. Ahora que estamos iniciando otro periodo de lluvias el deber es colectivo para protegernos, pero primero deben estar las autoridades, con todos sus recursos a disposición para ayudar a enfrentar y mitigar lo que se venga.