En el mundo, ninguna campaña electoral puede estar por encima de la vida de nadie, así quienes estén como contrincantes provoquen odios profundos o amores desbordados, nada justifica que tengan que morir personas o que terminen heridas como sucedió en el atentado contra Donald Trump el sábado, mientras pronunciaba un discurso en Butler, estado de Pensilvania. Los dos muertos fueron un asistente al acto y el propio atacante, un hombre de 20 años que disparó con un fusil desde un techo, a unos 135 metros de donde Trump se dirigía al público. Entre los heridos, además del expresidente, se cuentan otras dos personas.
El Servicio Secreto y las autoridades de Butler se responsabilizan mutuamente de lo ocurrido, a pesar de reconocer que hubo un fallo en la seguridad al no haber custodiado estrictamente el edificio cercano desde donde salieron los disparos y a donde pudo llegar el joven. Pueda ser que en los meses que siguen hasta noviembre de este año, cuando se realizarán las votaciones para elegir al próximo presidente de EE.UU., se intensifiquen las labores de seguridad para proteger a los candidatos, los miembros de las campañas y también a la ciudadanía.
Las autoridades norteamericanas estaban avisadas del ambiente violento en que se desarrolla esta campaña presidencial. Hay estadounidenses radicalizados que reconocen podrían usar la fuerza con tal de sacar a alguno de los dos en contienda. Trump, republicano, fue declarado culpable en juicio por falsificar certificados comerciales de pago a una actriz porno para proteger su carrera presidencial en el 2016, cuya sentencia fue aplazada para el 18 de septiembre de este año porque quedó cubierto por la inmunidad parcial como expresidente; además es señalado por el asalto al Capitolio en enero del 2021 por seguidores suyos, al quedar sin posibilidad de continuar en campaña. El presidente, Joe Biden, demócrata, aún no tiene definido el paso como candidato, pues sus constantes confusiones y lapsus han puesto en duda sus capacidades para continuar a una reelección.
En medio de las libertades que tanto se pregonan en Norteamérica no puede estar por encima de la integridad física de las personas el uso abierto de las armas de fuego en la mayoría de los estados. Ya es hora de que este país empiece por reglamentarlo y regularlo, pues carga ya con muchos muertos, no solo los que han resultado de atentados políticos, sino de civiles en tiroteos en espacios públicos, escuelas y lugares de asistencia masiva. Al menos por ahora que se desarrolla esta tensa campaña, Biden debería restringir el porte de armas a unos pocos usos y redoblar las medidas de seguridad.
Aún no concluyen las investigaciones que Biden ordenó hacer y deberán determinar qué motivó al joven atacante a este atentado, pues hasta ahora no está relacionado con algún fin terrorista y parecería más bien que actuó por cuenta propia. Por eso se requiere exceder todas las medidas de seguridad y que la dirigencia política estadounidense salga a calmar los ánimos y modere el lenguaje para garantizar que hechos violentos como este no se repitan y que los deseos de los votantes se vean reflejados solo en las urnas que es como lo establece la democracia.